CAPÍTULO XVII - Una madre inocente

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- ¿Qué sucedió? ¡Aline! – Gritó mi madre.

Se acercó a mi yo desmayada para darme unas pequeñas bofetadas a ver si reaccionaba, pero fue inútil, sacó su teléfono celular, marcó una serie de números, esperó a que contestaran al otro lado de la línea, entonces empezó a pedir ayuda, pero en el trayecto de sus explicaciones se percató del hilo de sangre, lo siguió con la mirada, en silencio, en su pecho podía observase su agitada respiración, su vista llegó hasta el charco de sangre en el centro de la habitación, colgó el teléfono celular, para acercarse, sus ojos estaban abiertos como platos al mismo tiempo que eran invadidos por las lágrimas, manteniendo la calma, volvió a usar su celular, tras marcar algunos números esperó que contestaran al otro lado, alguien contestó, entonces mi madre empezó a soltar todo tipo de explicaciones y maldiciones, colgó nuevamente, algo se reflejaba en el charco llamando su atención, su cuerpo temblaba de pies a cabeza, buscó al dueño del reflejo, alzó la mirada hacia el techo para ver la cruz hecha con los huesos de mi hermana, las rodillas flaquearon haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, instintivamente gateó hacia la esquina contraria donde se encontraba el charco, abrazó sus piernas quedándose muy quieta, repentinamente todo se desvaneció ante mis ojos, otra vez la gravedad me obligó a caer esta vez en el suelo, sobre mi espalda.

Recobré la vista, entonces apareció frente a ella el rostro de Richard, que me observaba con preocupación, instintivamente me senté con una mano en el pecho, pero no sentía la flecha, busqué con la mirada, pero no tenía ninguna herida, volví a mi primo que la sostenía en una mano.

- ¿Dónde está Anna?

- No lo sé, en lo que te disparó, desapareció... - Respondió Richard escrutarme con la mirada.

- ¿Los...muertos? – Pregunté mirando a todos lados, percatándome de que ya no estaban.

- La luz...la luz que despediste los hizo desintegrarse... - Dijo Richard como si no se lo creyera. – ¡Vayámonos de aquí! Fue suficiente por hoy para nosotros, para ti. – Terminó ayudando a colocarme de pie.

El camino al sótano fue más corto de lo que fue el recorrido de bajada, Richard me ayudó a subir por el agujero donde habíamos caído, tomé una escalera de metal que usaba mi padre cuando le tocaba pintar la casa, se la facilité a mi primo para que subiera, para no dejar al descubierto esa boca al infierno (Así llame lo que se encontraba bajo mi casa), tomamos la lavadora y la empujamos hasta colocarla arriba del agujero para así cubrirlo, el cansancio nos cayó con más fuerza, en el silencio del sótano resonaba nuestras respiraciones, aun sosteníamos el cacharro, mientras recuperábamos el aliento, estar de vuelta a mi hogar me hizo pensar que estaba escribiendo las páginas más oscuras de la historia de mi vida, no comprendí lo que había sucedido, salvo que mi madre era inocente de la muerte de mi hermana, mi padre la había matado en vano, sin ninguna prueba como la que había obtenido yo, todo era tan surrealista que no lo creía, pero a veces lo visto me abofeteaba haciéndome creer, sentí la respiración de Richard a mi lado, que me escrutaba con la mirada, también atónito, impactado, sorprendido, entonces sucedió lo inesperado, nuestros cuerpos chocaron para abrazarse y nuestros labios empezaron a besarse, los labios de mi primo eran suaves y delicados, se sentía como si besara algodón, no podía dejar de nadar en aquel momento de respiro divino, sus manos acariciaban mi espalda, mientras las mías acariciaban su cabello, los corazones se aceleraban, sus labios ahora besaban mi cuello, me aferré a su espalda, de pronto me subió a la lavadora mientras yo le sacaba la musculosa, la luz que se colaba por las pequeñas ventanas del sótano dibujaban su cuerpo de manera casi angelical, volvió a besarme el cuello mientras ya varios gemidos empezaban a emerger de mi boca, sus fuertes manos apretaban mis muslos de manera tosca y placentera, tiré de su cabello, el gimió y me besó en la boca con brusquedad, de pronto apareció mi sentido de culpa llamado conciencia, era mi primo al que besaba en esos momentos, no quería separarme, estaba en conflicto el querer y el deber ser, entonces lo tomé por los hombros y lo obligué a retroceder, nos miramos otra vez por unos segundos, su rostro estaba encendido, su respiración estaba agitada, el silencio se había hecho más espeso, y sin saber qué decir, bajé de la lavadora y le di la espalda caminando en dirección a la escalera que llevaba a la salida del sótano saliendo de la estancia dejándolo atrás.

Al día siguiente me desperté por el sonido del timbre que no dejaba de sonar por toda la casa, me senté en la cama matrimonial de mi madre, aparté la cobija y me coloqué de pie, otra vez sonó el timbre, salí al pasillo algo aturdida, pase por frente mi habitación que tenía la puerta abierta, vislumbré mi cama donde dormitaba Richard profundamente, bajé las escaleras rápidamente, me acerqué a la puerta principal y abrí sin paciencia revelando al insistente visitante.

- ¡Wow! Creo que también despertó a los vecinos de toda la cuadra con todo el ruido que hizo... - Solté sarcásticamente.

- Son las tres de la tarde...

- ¡Ese no es su asunto oficial Tremont! – Escupí altaneramente.

- Siento mucho haberla despertado. – Se excusó el oficial

- Yo también lo lamento. Pero más por usted. – Dije razonando ya que no tenía buen despertar, y el oficial sabría cómo era una chica de diecisiete años con una madre y hermana muerta, un padre preso, un amor imposible, una cueva infernal y que habían interrumpido su sueño.

Invité a pasar al oficial, le indiqué que tomara asiento y me dirigí a la cocina para tomar alguna bebida que me ayudara a despertarme por completo, solo había una Pepsi en el refrigerador, abrí la lata y tomé asiento frente al oficial con sobre peso, no me había fijado que su aspecto no era como el que había conocido la primera vez, su peinado ya no era cuidadoso, tenía los escasos cabellos desordenados, su rostro se veía grasiento, llevaba una camisa muy fea y horriblemente arrugada que no combinaba con el pantalón de tela barata, algo lo inquietaba, tras un largo sorbo a la gaseosa, pregunté sin educación alguna a qué se debía su visita.

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora