CAPÍTULO XIX - Luna

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Vi como el oficial Ydennek se alejaba hasta llegar a su camioneta de patrulla, el césped a los lados del camino a la puerta de entrada a mi casa estaba cubierto de nieve, al igual que la calle, donde habían niños jugando ataviados en sus abrigos, bufandas y gorros para protegerse del frio seco del invierno, eran vigilados por sus padres y hermanos mayores, sentí envidia, este año había sido el más espeluznante y violento que había vivido, el dolor que dejaba a su paso no era comprado con ningún otro, el motor de la camioneta rugió por encima de las risas de los niños, la camioneta negra echó a andar desapareciendo tras cruzar una esquina, aún había gente feliz en el mundo, una bola de nieve aterrizó cerca de mis pies, se escucharon unas disculpas, solo sonreí, entonces me vi a mí hace varios años atrás, arrastrando sobre un trineo a una Anna de unos dos años de edad, mi madre nos observaba sonriente, acariciando una loba, blanca como la nieve, de ojos azules imponentes, mi padre estaba sentado sobre el muro de piedra que servía de cerca, observando, riendo, feliz, volví a la realidad, tenía un padre sin tenerlo, contuve las ganas de llorar, tomé un abrigo del perchero al lado de la puerta, me lo eché encima, y salí al frio exterior. Bajé por la calle San Fermín, crucé por el pub Victorino's hasta llegar al parque de la urbanización, para mi sorpresa estaba vacío, volví la mirada, y los niños se lanzaba en sus trineos por las calles llenas de nieve, pasé por la verja del parque, me acerqué a los columpios, y tomé asiento en uno de ellos, miré a mi alrededor, había una rampa de patinaje skate, allí siempre había un par de adolescentes rebeldes patinando y drogándose, pero al parecer, la nieve no se llevaba bien con las ruedas de sus patinetas, la rampa estaba desierta, palpé el bolsillo de mi abrigo y sentí la caja de cigarrillos, encendí uno, tras una larga calada dejé que mis ojos divagaran por la calle de enfrente, vi a una señora con un espeso abrigo de piel (un horroroso abrigo) caminaba con dificultad mientras paseaba a su Poodle, me pregunté por un momento quién paseaba a quién, no pude contener la risa y el humo escapó por mi nariz haciendo que me ahogara, entonces la envidia volvió a florecer, quería tener la vida de ella, hasta con el mismo abrigo, pero que solo esa fuese mi preocupación, pasear a mi perro, una camioneta aparcó frente al parque, se sentía a dos personas discutiendo dentro de ella, se abrió la puerta del copiloto y emergió una mujer morena, de rasgos indios, una melena larga y negra, que agitaba las manos y gritaba improperios, de pronto el hombre que iba manejando también salió, era hermoso, su piel era morena, pelo negro sedoso, llevaba traje del cual sacó un celular el cual lo lanzó con todas su fuerzas en dirección a la mujer, ella lo esquivó y fue a parar al trasero del Poodle que asustado, corrió en dirección contraria tirando de la cuerda y de la señora con el abrigo, que iba patinando y tratar de detenerse, pero era inútil, volví a reír, la pareja se quedó mirando unos segundos el uno al otro, se acercaron y se besaron apasionadamente obligándome a ver hacia otra dirección, la calle bajaba por una explanada al lado izquierdo del parque por donde con dificultad subían una pareja de ancianos, abrigados y tomados de la mano, el corazón se me estrujó, le di otra calada a mi cigarrillo, solté el humo acompañado de vaho, lentamente recorrieron el trayecto del parque hasta desaparecer, la camioneta de la pareja de indios volvió a rugir y siguió su camino, la calle quedó desiertica nuevamente.

De pronto se escucharon unas pisadas sobre la nieve tras de mí, vislumbre a un par de chicos que salían de una casita con un tobogán, uno de ellos, un moreno de cabellos castaños, ojos del mismo color, subía sus pantalones mientras que el otro un rubio bastante apuesto subía la bragueta de su pantalón, volví a sonreír, el mundo me estaba dando una lección de vida, habían personas felices, a pesar de lo penosa y dura que era la vida hoy en día, los pequeños momentos felices marcaban la diferencia de ser todo un total infierno, entonces supe al instante que estaba creciendo, podía ver todo con una perspectiva distinta, aparté la mirada mientras daba otra calada, los sujetos se escabulleron hacia las afueras del parque y emprendieron su camino, ese día me recordó lo feliz que fui, y las felicidades futuras que tendría que defender, la vida me regaló un pasado en el que tenía el amor de una madre, la inocencia de una hermana menor, y la protección de un padre, aun él estaba aquí, tenía que luchar por seguir teniendo un futuro junto a él, vislumbré en mis pensamientos a Richard, sonó la campanilla de la puerta de la tienda de delicatesen frente al parque, en el letrero había un menú del día:

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora