CAPÍTULO XX - Pálida pero siempre Reina

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Llegué a casa en el preciso momento en el que Richard bajaba por las escaleras muy apresuradamente, al verme pasar por la puerta de entrada, soltó el aire que contenía en señal de alivio.

- ¿Dónde coño has estado? – Me preguntó antes de bajar el último peldaño.

Me lancé a su cuello para enterrar mi cara en su pecho, sollozando como una niña, entonces me devolvió el abrazo y ambos nos desplomamos en el suelo, tras llorar en sus brazos se hicieron las siete de la noche, me había quedado dormida tras mi último sollozo, recostada en el pecho de mi primo, inmóviles en la oscuridad, abrí los ojos y vislumbre que me observaba con el amor de un amante, bostecé mientras entrujaba mis ojos.

- ¿Estás mejor? – Preguntó Richard pasando una mano sobre mi rostro.

- Sí. – Respondí con una sonrisa.

Nos levantamos con el cuerpo entumecido, Richard que se había vestido para irme a buscar en vista de que no estaba en casa, me besó la frente y me indicó que iría a buscar sus maletas al hotel para quedarse en mi casa, asentí y me dirigí a la cocina para hacer algo de comer.

Pasaron unos cuantos días, llegó mi cumpleaños, era mitad de mes, quince de octubre, me hallaba sentada al borde de la cama, mi habitación había sido invadida por una iluminación dorada debido al amanecer, me levanté y me coloqué una bata para bajar a la cocina, entonces cuando salí al pasillo un olor a comida entró por mi nariz haciendo que mi estómago reaccionara con un rugido bastante vergonzoso, bajé las escaleras y recorrí el tramo hacia la estancia, entonces vi el corpulento cuerpo de tía Marge, que se abalanzaba desde la estufa hacia el refri, de pronto la puerta de entrada se abrió de par en par dando paso a un enorme pastel con dieciocho velas, Susan cargaba el pesado pastel mientras cantaba el cumpleaños, mi tía que se había percatado de mi presencia corrió hacia mi encuentro estampándome un largo beso en la mejilla, Richard, acompañaba al unísono a mi prima, seguidos de tío Victor, sonreí a todos, me acerqué al pastel, y apagué las velas soplando fuertemente sobre ellas, todos en la sala aplaudieron y silbaron, Susan colocó el pastel sobre la mesa y corrió a abrazarme fuertemente, mis tíos hicieron lo mismo y el último en darme los buenos deseos fue Richard, que besó mi mejilla muy cerca de la boca, me miró con ojos centelleantes, sacó una cajita plateada con un lazo morado del bolsillo de su pantalón y me la entregó.

- Feliz Cumpleaños Aline – Dijo tras entregarme la cajita.

Quité cuidadosamente el envoltorio de una cajita de color morado, la abrí descubriendo lo que conservaba en su interior, un dije de un hada brillaba en el interior de la caja, era plateada con un leve color verde en las alas y dos pequeñas esmeraldas incrustadas en las mismas, tragué saliva, entonces viajé por mis recuerdos, tenía quince años en ellos, corría desde la parada de autobús hacía el interior de la casa, abrí la puerta, entonces mis padres y Anna se hallaban sentados en el sofá esperándome, allí estaba Luna nuevamente, cosa que me parecía extraño, nunca tuvimos un perro de mascota, mucho menos una loba "Las lobas se convierten en bestias violentas para proteger a sus cachorros", vislumbré las manos de todos, buscando regalos, era mi cumpleaños número quince, entonces di con lo que buscaba en las manos de mi madre, corrí hacia ella viendo como sonreía.

- Feliz Cumpleaños querida hija. – Dijo mi madre tendiéndome la mano con una cajita negra y un lazo color morado.

Rápidamente descubrí su interior, entonces vi una hermosa hada, tomé la pieza y me la coloqué en el cuello al instante, Anna sonrío y aplaudió encantada, me lancé sobre mis padres abrazándolos fuertemente, entonces tomé asiento frente a ellos, nos quedamos en silencio unos segundos, mientras tocaba la cadena y el hada con mis dedos.

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora