CAPÍTULO XII - Un postre amargo

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Douglas era el novio de Ashley, un chico bastante amigable para ser de la elite estudiantil universitaria, pertenecía al equipo de natación, era alto, de cabello rubio ondulado, tenía un cuerpo envidiable y unos ojos cálidos color miel, estudiaba derecho, sus notas hacían contraste con las de mi amiga, su piel era bronceada, y llevaba una relación algo, extraña con Ashley, solo que él no se percataba de eso y yo no sería la que le mostrara esa cruda realidad. Duraron unos pocos minutos hasta que se despidieron de Richard y de mí para retirarse. Ambos nos quedamos sentados en silencio un largo rato digiriendo toda la información obtenida de aquellos periódicos de antaño, traté de buscar otro tema de conversación, pero era difícil hacerlo, mi primo se encontraba sentado en el sofá frente a mí, sus manos tamborileaban sobre sus rodillas, mientras observaba la montaña de periódicos restantes, observé el lavadero de la cocina, aún estaban sobre él las dos copas que hace pocos días habían estado llenas de sangre, de pronto caí en cuenta lo cansada que me encontraba, los parpados empezaron a pesar toneladas cada uno, exhalé, llamando la atención de Richard, que me observó con unos ojos paternos, se colocó de pie.

- ¿Tienes hambre? – Preguntó observando la cocina.

- Sí, pero...tengo más sueño que hambre. – Respondí visualizando mi cama en mi mente.

- Sube a descansar un rato, cocinaré algo y te despertaré para que comas... - Indicó Richard que caminaba hacia la cocina.

Sin poner mucha resistencia acepté la orden, me acerqué a la escalera, otra vez los recuerdos me invadieron, un rayo cayó sobre la tierra, el resplandor del mismo se coló por las ventanas iluminando toda la casa, las paredes se tiñeron de rojo, pero había algo inusual en ese recuerdo, cuando la luz del rayo se fue apagando, en las paredes rojas había aparecido unos extraños símbolos, todos eran los mismos, tenía forma de cruz, pero en sus puntas llevaban unos tridentes algo ondulados, y en el centro un circulo, cuando todo quedó a oscuras, las paredes volvieron a su color habitual, y ellos habían desaparecido, vi la leche y los pedazos de vidrio desparramarse por varios escalones, volví a la realidad, y sentí a Richard trasteando en la cocina, tragué saliva y empecé a subir los escalones apartando los recuerdos de mi mente.

Llegué a mi habitación, me dolía la espalda, nunca había vivido unos días tan largos como los pasados, me despojé de todas las prendas que vestía, tomé una bata de dormir, me la puse mecánicamente, desplomándome en la cama como la hoja de una árbol cayendo al suelo en otoño. Sentí la suavidad de mi almohada debajo de mi mejilla izquierda, acaricié la sabana de algodón con mis pies, de pronto no podía dormir, es allí, en ese momento en que pretendemos olvidar, tratando de descansar, cuando caes en cuenta de tu realidad, estaba sola, tenía a Richard, pero el volvería a Inglaterra en algún momento a seguir con su vida, Ashley, tenía la suya propia, yo sin embargo, tenía a un padre asesino, una madre difunta, y una hermana desaparecida, observé el reloj despertador, eran las once de la noche, los días pasaban rápido, me giré para darle la espalda al tiempo y clavar la mirada en la puerta de mi habitación, desapareció tras una capa de lágrimas, tenía que ser fuerte o por lo menos fingir serlo, tomé mi manta y estrujé mis ojos, que volvieron a ver, vi mi mochila reposando a un lado de la puerta, recordé entonces el montón de cosas que debía estudiar para la universidad, recién había empezado a estudiar Medicina Forense, mis pulmones se enfriaron por los nervios, pero los ánimos no me permitían levantarme a estudiar, divagué unos segundos por partes del cuerpo, pero así llegó nuevamente el rostro de mi madre descansando eternamente, entonces cerré los ojos, los apreté con fuerza, viendo el interior de ellos, oscuro, sin vida ¿Mi madre vería eso por siempre?, otra vez la mente me obligaba a volver al dolor, respiré, y sin darme cuenta, me quedé dormida.

- ¿Aline?

Escuché mi nombre en la lejanía, todo estaba oscuro, alguien volvió a llamarme, abrí los ojos, apareció un techo blanco sobre mí, con ayuda de mis manos aparté varias lagañas de mis ojos, giré la cabeza a la izquierda, eran las doce y media de la madrugada, vi hacia la derecha, para fijarme de que Richard estaba sentado en el borde de la cama con una bandeja con platos y vasos, me senté.

- Espero te guste...es primera vez que cocino. – Dijo Richard sonriendo.

- ...

- ¡Es broma! – Soltó Richard tras una carcajada. – Cocino como un demonio -.

- No por favo...como un demonio no... - Le seguí el juego.

Richard puso la bandeja sobre mis piernas, parecía una ensalada césar, en los vasos había jugo de naranja y agua, y de postre una gelatina de lo que parecía fresa.

- La gelatina no la hice yo obvio...

- Sí, lo sé...son de Anna... - Dije interrumpiendo a mi primo.

- ¡Diablos! ¡Lo siento! No lo sabía. – Se disculpó Richard por la imprudencia cometida.

- No hay problema, no lo sabías. – Dije en señal tranquilizadora.

Todo estaba delicioso, no sabía que Richard tenía esas facultades culinarias, la ensalada había estado exquisita, los sabores eran delicado, el pollo estaba muy bien cocido, y los vegetales muy limpios, cada bocado del postre me recordó a mi hermana, en vez de dejarme un sabor dulce en la boca, dejó un sabor amargo en ella, tomé agua, y aparté la bandeja, entonces vi que mi primo leía otro maldito periódico con el ceño fruncido.

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora