Septiembre 28

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Era una noche fría, la nieve se acumulaba en el alfeizar de las ventanas, el suelo de la cocina embaldosado se sentía como bloques de hielo, solo a mí se me ocurría bajar descalzada, el refrigerador se me hacía cada vez más lejos mientras tanteaba en la oscuridad, una costumbre estúpida que tenía mi madre era apagar todas las luces de la casa cuando nos íbamos a la cama; la estancia solo era iluminada por la luz que despedía el reloj del microondas, la brisa fría golpeaba la ventana haciéndola crujir y crear un sonido fantasmagórico, entonces empezaron a pasar por mi mente escenas de películas de terror, mal momento para que ella se pusiera creativa, otro sonido se unió al de la atmosfera, un crujido, un alarido, mi estómago, gritaba con desesperación que estaba vacío, por fin llegue al refrigerador, la luz del interior al quedar descubierta hizo arder mis ojos, lentamente se fueron acostumbrado y enfocando el contenido del refri, saque un cartón con leche, tome un vaso de la alacena y lo llene hasta donde el tamaño me lo permitía, me acerque nuevamente a la alacena y saque unas cuantas galletas, otro escalofríos, de pronto dejó de nevar, la brisa cesó, devolví rápidamente todo a su sitio, todo se había sumergido en un silencio inquietante, salí de la cocina como una bala tratando de no derramar la leche, llegue a las escaleras que conducía a los dormitorios, pero algo líquido y frio tocó el pulgar de mi pie, subí las escaleras, un rayo hizo estremecer el suelo, o la tierra entera, di un respingo y el vaso de leche colisionó contra el piso haciéndose añicos y tiñéndolo de blanco "¡Joder!", baje la mirada para ver el desastre y algo llamo más mi atención que los restos de vidrio, el corazón empezó a golpearme fuerte y rápidamente las costillas, un hilo de sangre caía en cascada desde el inicio de la escalera hasta el último escalón, sin sentido de lógica por el impacto revise mi pie para comprobar si no me había cortado con el vidrio, pero era imposible, me erguí nuevamente, las manos empezaron a sudar y temblar, de pronto la lluvia empezó a golpear el techo de la casa, las gotas sonaban como piedras o granizo, relámpagos, entraban por la ventana como flashes de cámaras, subí las escaleras, siguiendo el hilo de sangre, entonces caí en cuenta que dibujaba el camino a la habitación de mi hermana menor Anna (como migas de pan en un cuento infantil), la situación se había convertido en voy a buscar unas galletas para el hambre nocturno a película de terror que revolucionará el año. Dejé las galletas en una mesita cerca de la barandilla y me dirigí a la habitación, la puerta era la primera del lado izquierdo del pasillo, sin poder cargar más con la incertidumbre la abrí de golpe, otro relámpago entró por la ventana frente a la puerta, iluminando la escena confusa que se desarrollaba dentro, la habitación de Anna era un cuadrado perfecto, las paredes habían sido cubiertas con papel texturizado con un estampado de rayas rosadas y blancas, había una cama de dosel de madera blanca, una casita de muñecas bajo la ventana, un closet empotrado en la pared izquierda con puertas tipo persianas también de color blanco, dos mesas de noche flanqueando la cama, la que se encontraba del lado izquierdo tenía una lamparita pagada en forma de oso, el piso estaba cubierto por una moqueta rosa pastel que siempre odié; sin duda la habitación de Anna era el ejemplo puro de orden. Mi hermanita no se encontraba en ese momento en la cama, mi madre, una mujer envidiablemente hermosa, de rasgos perfilados a la vez que redondeados, no reflejaba tal característica ese instante, llevaba sus rojos cabellos enmarañados, un tumulto parecido más a un nido de pájaros que a una cabellera de una dama, estaba sentada en una esquina, abrazando sus piernas, estrujando sus manos llenas de sangre, mientras observaba con ojos esmeraldas y con lágrimas el piso y el techo en un vaivén, sus delicada boca temblaba y siseaba, tragué saliva, miré al piso, y quedé sin aliento, el hilo de sangre se unía a un charco escarlata brillante, llevé mis manos a la boca, impulsivamente subí la mirada al techo, había algo adherido a él, una forma que no podía distinguir, otro rayo entró por la ventana cegándome momentáneamente, hasta que la visión volvió mostrando la forma, entonces fue cuando mi cabeza se fue hacia atrás, cayendo al suelo, desmayada.

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora