CAPÍTULO I El llanto de Aline

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- Eso no importa ahora...

- ¡¿Qué no importa ahora?! ¡¿Dices...que no importa?! – Grité apartando a la enfermera para observar a mi padre, estaba furiosa. - ...este señor que no conozco se presenta aquí, y me dice que está encargado del caso de mi hermana, y tú dices que no importa ahora...y a todas estas ¿Qué demonios hago aquí? – Termine esta vez viendo a la enfermera, que llevaba una expresión hostil.

- Necesito que me explique qué sucedió allí. – Preguntó el oficial.

- ¡Por Dios! ¿Le importaría a alguien responder mis preguntas? – Dije histérica.

El oficial Tremont puso los ojos en blanco, rodeo la cama, se acercó a mi madre, y se la llevo de la habitación, mi padre, me lanzó una última mirada interrogativa, y también salió de la habitación con las manos en los bolsillos, la enfermera hizo unas últimas anotaciones en la carpeta, me lanzó una mirada feroz para luego salir de la habitación, después de que todos salieran me percaté que uno de los policías se había quedado conmigo.

- ¡Hola! Soy Wiliam Ridfill... - Dijo estrechando mi mano.

- Yo soy...bueno ya lo sabes... - Dije sintiéndome como una tonta.

- Yo te informare todo lo que sucede. – Sentenció Wiliam muy serio.

- Voy a pedir que me deje sola con la paciente por favor – Pidió la enfermera con voz firme, y entrando a grandes zancadas.

Wiliam dio paso a la enfermera y tras guiñarme un ojo, dejó la habitación haciendo caso a las órdenes de la enfermera.

Pasaron unos cuantos minutos, y ya estaba lista para dejar el hospital, tome mi ropa de una maleta que trajo la enfermera y salí a los estériles pasillos de ese lúgubre lugar, Wiliam esperaba parado frente a la puerta con una sonrisa que emanaba tranquilidad y paz, respiré profundo y me acerqué a él.

- ¿Qué tal si empezamos ahora?

- ¿Hm? – Dijo levantando una ceja.

- El caso...mi hermana...yo en el hospital ¿Recuerdas? – Dije sarcásticamente.

- ¡¡¡Ah!!! ¡Lo siento! – Respondió Wiliam apenado.

Mis padres habían vuelto de nuevo, eran escoltados por dos policías más, pero no había rastro del oficial Tremont. Mi padre se acercó a mi pasando una de sus manos por mi rostro, la cual rechacé con un movimiento brusco de la cara, Mi madre pasó de largo hacia la oficina central del hospital, parecía un robot, vacía, solo caminaba porque así se lo hacía saber su CPU, Wiliam me tomó del antebrazo para tener mi atención. Pasamos varios pasillos, cruzamos varias esquinas y vimos varios familiares que reían y celebraban el nacimiento de un bebé, mientras que otros lloraban la pérdida de un familiar, entonces caí en cuenta de que... ¿Yo sería uno de esos familiares que llorarían la muerte de un familiar?, aparté ese pensamiento rápidamente, no quería, amaba a mi hermana, y ese no era el caso, el corazón no ayudaba a concentrarme en otra alternativa. Llegamos al café del hospital, tomamos asiento en una mesa cerca de una ventana (con toda la tensión no me había fijado lo atractivo que era Wiliam, tenía ojos azules, cabello negro y abundante, era de piel blanca y aterciopelada, alto y algo musculoso), Wiliam pidió dos Pepsis y me miro con preocupación.

- No...No se señorita...

- Un momento... ¿No sabes qué? – Dije perdiendo la paciencia. – Y te ruego, llámame Aline, tutéame, estoy harta de las formalidades -.

- Te veo y se me hace difícil contarte algo así...

- Haz tu trabajo y ya. – Corté.

- Okey, está bien, tienes razón...

- ...

- Lo que sucede es que tu hermana está desaparecida... - Empezó Wiliam, pero lo interrumpí.

- ¡Eso es imposible! ¡Ella estaba en la habitación con mi madre! Yo la vi...

- No, no lo estaba, te agradecería que me dejes terminar. – Pidió Wiliam ya muy serio. – Aun los hechos no están muy claros, pero recibimos un llamado de emergencia del hospital que necesitaban nuestra presencia en tu casa. Encontraron a tu madre...

La vi, en mi cabeza, sentada en la esquina de la habitación de Anna, viendo el charco de sangre y el techo...

- ...sentada en el rincón de la habitación de tu hermana, tenía sangre en su cuerpo, y bueno, miraba la cruz – Terminó de decir Wiliam sin más.

...allí la vi, otra vez en mi cabeza, la cruz, de una forma extraña, pero era una cruz, hecha de un material, grotesco, pero que no pude identificar antes de caer desmayada.

- ¿La sangre a quién pertenece? ¿Qué cruz? – Dije desesperada por respuestas.

- La sangre aún están en el laboratorio, estamos esperando los resultados. – Respondió Wiliam, tragó saliva y continuó. – Ahora, la cruz, de verdad es un símbolo muy extraño, no sabemos aún qué significa, pero...estaba hecha de huesos humanos, aún tenían carne adherida, se tomaron muestras y también se enviaron al laboratorio, estamos esperando respuestas, quedaron en avisarnos esta tarde -.

Comprobé la hora en el reloj del café que colgaba justo arriba de la puerta de entrada, eran las once de la mañana, faltaban horas, no podía esperar más horas, el corazón seguía ese ritmo que a mis costillas no le gustaban, tomé un sorbo de gaseosa, el oscuro líquido pasó fermentando por mi garganta seca, miré nuevamente a Wiliam, que me observaba en silencio sosteniendo su lata de Pepsi.

- Oig...Oye A-Aline, quiero decirte que puedes contar conmigo para lo que desees y quieras...

Algo en mi interior se encendió, no pude comprender qué era, pero aquellas palabras calaron en mi piel hasta enterrarse en mis huesos, sentía un sentimiento confuso, vertiginoso y lóbrego, cuando me disponía a responder un ¡Gracias! Unos brazos pasaron por mis hombros y me rodearon el cuello dejándome sin aire por unos segundos, recibí varios besos en las mejillas, mientras lo único que podía ver era una melena rubia, cuando por fin todo el alboroto cesó, pude ver el rostro de mi agresor de besos y abrazos, se trataba de Ashley que me observaba con una enorme sonrisa, mi mejor amiga era envidiablemente hermosa, tenía el cabello rubio casi plateado, tenía un cuerpo envidiable, sobre todo los senos, eran perfectamente redondos y grandes, tenía los ojos avellana y labios carnosos, largas piernas y una cintura de avispa impresionante, me coloqué de pie y me lance sobre ella abrazándola y sollozando un largo rato, nunca su mejor virtud fue tratar los sentimientos, siempre había sido una chica que podía rayar en la frivolidad, pero algo en mi hacía cambiarla, algo en mí siempre hacía aparecer lo mejor de ella, torpemente, pero siempre emergía.

- ¿Recuerdas que estoy siempre para ti Aline Drem? – Dijo sosteniendo mi rostro entre sus manos de una manera tan tierna y reconfortante que supe instantáneamente que no estaba sola.

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora