*Jessica
- Hola niña - Me dijo la voz de Hefesto - Por fin despiertas.
Me levanté del suelo cubierto de pasto que emitía un calor muy agradable. Al alzar la mirada me encontré con el volcán y en la punta estaba Fex quien se percató de mi presencia, pero no bajó a saludar, eso es un poco raro:
- ¿Cuánto tiempo estuve dormida? - Le pregunté a Hefesto.
- Aquí solo estuviste dormida una hora, pero allá afuera han pasado casi dos días - Eso hizo que casi se me cayera la quijada al suelo.
- Tengo que volver - Dije de inmediato - ¿Cómo salgo de aquí?
- No puedes - Me dijo Hefesto - Al menos no todavía.
- ¿Y eso qué significa? - Le pregunté furiosa, estoy harta de acertijos.
- ¿Recuerdas ese pequeño truco que te salvó la vida? - Me quedé en silencio - Bueno, todo tu cuerpo se quedó sin energía, así que ahora mismo no puedes regresar.
- Mierda.
- Y luego dicen que los hombres somos unos bárbaros - Me cansé e intenté golpearlo en el rostro, pero él se desvaneció en una nube de humo y apareció detrás de mí - En fin - Dijo como si nada - Lo bueno de todo esto es que aquí el tiempo transcurre diferente y al ritmo que vamos, seguro que no tardarás en volver a tu cuerpo.
- Bien, entonces esperaré - Le dije y me senté en el césped.
- Como quieras, pero estas cuevas son bastante interesantes - Cuando giré la cabeza me encontré con la entrada de una caverna - ¿Segura que no quieres entrar? - Me preguntó en un tono persuasivo y suave.
- Solo lo hago porque no tengo nada mejor que hacer - Dije mientras me levantaba.
Cuando entré en la cueva esta se iluminó con mi presencia, literalmente. Las paredes desprendían un brillo azul con algunos destellos naranjas. A medida que avanzaba por el lugar comencé a escuchar llantos y algún que otro golpe. Genial, tal vez ahora sí me volví loca.
Llegué a una bifurcación y en la entrada de una de las cuevas el pasillo no continuaba, ahora mostraba la escena de un día común en mi antigua casa. Quise evitar eso y seguir adelante, pero cuando intenté tomar el otro camino me encontré con una pared:
- Te odio - Le dije a Hefesto.
- Yo también te quiero, niña - Rodé los ojos y crucé por el camino.
Mi casa era tal y como la recordaba en esa época: Algo sucia, no tanto como para llamarla un chiquero, pero si podía estar mejor. Una niña pelirroja cruzó el pasillo y se dirigió a la mujer que estaba terminando de lavar los platos:
- Mamá - Dijo la niña, la mujer simplemente endureció su mirada y observó a la niña con rabia y odio - ¿Cómo se llamaba mi papá? - La mujer le dio una bofetada a la niña y la dejó en el suelo, hecha un mar de lágrimas.
- ¡NO VUELVAS A PREGUNTAR POR ÉL! ¡NO TIENES DERECHO! - Le gritó la mujer.
Mientras observaba aquella escena sentí unas ganas tremendas de hacer algo, pero sabía que no serviría de nada:
- Así que tu madre te odiaba - Me dijo Hefesto.
- Se preocupaba mucho por su religión y me consideró un demonio nada más nacer - Le respondí y Hefesto se dirigió a la puerta del recibidor.
- Veamos el siguiente - Me dijo.
Al cruzar la puerta me encontré con una escena muy diferente. Era yo, pero más joven, cuando tenía doce años. Estaba recostada en el césped del patio de la escuela durante el descanso. Todo estaba tranquilo, yo escuchaba música con mis cascos y entonces apareció ella:
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Libro 5 | Saga Elementos | Agua: La Hija del Dragón
FantasyTras descubrir lo que los Oscuros planean, Daniela Chase llama al templo de la Orden de la Luz para reunirse con el resto de los Elementales en Washington D.C., sin embargo, la llegada de sus compañeros Elementales se verá interrumpida por los Oscur...