Antoni
Simón me mira mientras examino toda la información que me ha entregado.
—¿Estás seguro?
—Cien por ciento —asegura —no hay nada. El único registro que encontré de Harper Myers, es un anciano de noventa años que vive en una residencia de cuidados en california. No hay nada más.
Me froto la cara con las palmas de la mano, suelto una maldición mientras aparto los documentos.
—No hay rastros de absolutamente nada, ¿está seguro de que ese hombre existe, jefe?
Sí, quería estar seguro de que ese hombre existía. Debía existir. Pero, ¿qué otra explicación habría para que no existiera ningún registro para ese nombre?
Solo hay dos motivos. El primero es que haya borrado todo rastro de su nombre, una medida que utilizan muchos criminales para escapar, o la segunda, y que deseaba no fuese verdad.
Sally me está mintiendo.
Lo que resulta peor porque, ¿Qué motivo tendría para hacerme buscar a una persona que no existe?
—¿Qué hay de solo el apellido? —inquiero.
Simón me observa de una forma que no consigo entender, casi parecida a como si hubiese perdido la cabeza.
—¿Quiere que busque y rastree a cada persona que se apellide Myer que viva en california? —cuestiona —jefe, con todo respeto, no somos la CIA o el FBI. Aunque pudiéramos, nos tomaría días, o semanas. Sin contar que necesitaríamos toda la base da datos de california lo que significaría que tendría que hackear los servidores y...
—Bien, bien...no lo haremos —lo interrumpo antes de que siquiera hablando.
—Gracias al cielo —parece aliviado —realmente lamento no haber podido entregarle la información que necesita, jefe.
—No hay problema, Simón —agradezco —asegúrate de revisar tu nómina el siguiente mes, ¿de acuerdo?
Una sonrisa entusiasta se deja ver en su rostro.
—Claro, lo haré —asiente —intentaré encontrar algo con el apellido —añade antes de marcharse —pero no prometo tener algo.
—No hay problema —aseguro.
Él me sonríe una última vez antes de marcharse de la oficina. Cuando me quedo solo, vuelvo la atención a los documentos.
La información de la persona que Simón encontró no coincidía con ninguna de las descripciones de Sally. Muy a mi pesar, tenía que admitir que tal vez Ángelo tuvo razón.
Tal vez Sally si imaginó que ese hombre estaba detrás de ella. De haber sido real, tendríamos algo, pero no hay nada. Ni una sola pequeña cosa que nos dejara saber que realmente estuvo esa tarde en el parque.
Cierro las carpetas y la coloco en uno de los últimos cajones del escritorio.
Siempre me he considerado un hombre racional, un hombre que sabe como manejar las situaciones complicadas. Parecía que esa es una característica de los Lombardi, así que no conseguía entender porque el asunto de Sally me tenía tan inquieto.
Tal vez porque siento el deber de protegerla, tal vez porque comienza a tener más importancia de la que siquiera consideré.
—Deberías centrarte en tus propios asuntos —me reprendo encendiendo la computadora para poder revisar los últimos informes sobre el software.
Apenas estoy abriendo los archivos cuando mi secretaría entra, no ha tenido tiempo de informar lo que ocurre cuando Beatrice entra.
—Parece que no conoces como se manejan las cosas en una empresa —reprocho cuando mi madre toma asiento frente a mí.
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Un desastre inevitable (SL #2)
RomanceÉl es un millonario fiel a un principio, no comprometerse nunca, ella es la niñera de sus sobrinos que ha renunciado al amor romántico. Antoni Lombardi nunca sintió la necesidad de asumir un compromiso, hasta que la conoció. Sally Rizzo estaba har...