Sally Rizzo
La noche de muchas copas y una declaración.
Nunca imaginé que terminaría aquí, cuidando de tres niños y viviendo en la casa de una de las familias pertenecientes a la prestigiosa y exclusiva elite italiana. Tampoco imaginé tener que dejar estancada mi carrera en educación para mudarme de mi querida California para venir a un país al que apenas conocía.
Dominaba bien el idioma, ya que mi padre era italiano, pero no me sentía cómoda hablándolo, así que cuando llegué a la mansión Lombardi y descubrí que el inglés era el idioma en el que hablaban, me sentí verdaderamente aliviada.
Así que aquí estoy, viviendo una vida que ni de cerca imaginé, pero que las circunstancias de mi pasado arrastraron a mi existencia hasta este punto.
Siempre tuve una devoción por los niños, esa fue la razón por la que, a pesar de todo, me siento tan cómoda cuidando de los hijos de los señores Lombardi.
Esos tres pequeños que, si bien parecen ser unos torbellinos, son los seres más adorables del planeta. Llegué hace casi tres años, apenas tenía una semana en Milán cuando me llamaron de la agencia de niñeras en la cual había dejado mi currículum para decirme que tenían un trabajo para mí.
Y aquí estoy, intentando vivir una vida normal, tan normal como me es posible.
—¿Los trillizos al fin se durmieron? —inquiero hacia Marie, la mujer me mira mientras asiente y me lanza una sonrisa.
—¿Qué hay de los tuyos? —cuestiona.
—Perfectamente dormidos como los angelitos que son —respondo.
—Mañana es tu noche libre —me recuerda como si fuese capaz de olvidarlo.
Marie a comparación mía, tiene una carrera relacionada con los bebés recién nacidos, tiene experiencia cuidando a esas pequeñas y adorables personitas. Ella se encarga solamente de cuidar a los trillizos, y yo me encargo de las sobrinas y del hijo mayor del señor Lombardi.
—Lo sé, no sería capaz de olvidarlo —bromeo.
Marie mueve los brazos, estirando los músculos y suelta un suspiro. supongo que son los efectos de tener a tres bebés cargando durante todo el día.
—Bueno, necesito descansar —dice echando la cabeza hacia atrás—. Así que te dejo, Sall dice empleando un tono cariñoso.
—Descansa, Marie —ella me regala una sonrisa antes de darme la espalda y encaminarse a las escaleras.
Un suspiro cansado brota de mis labios mientras camino hasta la cocina. Mi pequeña adicción al café había crecido en los últimos meses, en momentos como este cuando el reloj acariciaba la media noche, era prácticamente indispensable para mí tener un poco de cafeína.
Hago mi rutina acostumbrada, saco el tarro de café y enciendo la cafetera, preparo el agua, limpio los filtros y cuando coloco la mezcla, simplemente espero apoyada contra la barra de la cocina.
Cierro los ojos mientras aguardo, muevo el cuello sintiendo el estiramiento de los músculos y tomo una corta inspiración.
Cuando el café está listo, lo vierto en una de las tazas y lo acerco a mi rostro. El vapor brota, llevando consigo ese exquisito aroma que me hace sonreír con ligereza. Soplo un poco dispersando el ligero humo que brota del líquido y luego doy un corto sorbo.
El sabor se instala en mi paladar, lo saboreo deleitándome de la sensación reconfortante que me proporciona. El café siempre ha sido una de mis cosas favoritas en el mundo, mamá solía tener una manera particular de prepararlo, resaltando cada sabor y cada partícula. Cuando murió, beber una taza de café era una manera de recordarla, de sentirla cerca.
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Un desastre inevitable (SL #2)
RomanceÉl es un millonario fiel a un principio, no comprometerse nunca, ella es la niñera de sus sobrinos que ha renunciado al amor romántico. Antoni Lombardi nunca sintió la necesidad de asumir un compromiso, hasta que la conoció. Sally Rizzo estaba har...