38.- El significado de la felicidad.

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ANTONI

Tuvimos una impresionante e inolvidable luna de miel en Marruecos, hicimos tantas cosas que nunca imaginamos, como ser prácticamente obligado por mi esposa a subir a un camello y pasear los treinta minutos más nerviosos de toda mi vida.

Pese a eso, disfrutamos cada segundo que pasamos juntos. Nos tomamos tantas fotografías que ahora están decorando la pared principal de la sala de nuestro hogar, y aprovechamos tanto como nos fue posibles.

Estuvimos dos semanas en Marruecos, dos semanas que fueron extraordinarias. Sally había comenzado en su nuevo trabajo, así que no podíamos darnos el lujo de ausentarnos demasiado tiempo, por mucho que lo hubiésemos deseado.

Sin embargo, dos semanas fueron más que suficientes para crear recuerdos que estarían con nosotros por mucho tiempo.

—Eres irresistible en traje —dice Sally con una sonrisa mientras se acerca hasta donde me encuentro —eres el jefe, ¿no puedes quedarte unos minutos más?

Sonrío de lado, entendiendo perfectamente lo que trata de decir.

—Me temo que no, dolcezza —la tomo de la cintura, apegándola a mi cuerpo. Lleva puesto una bata de seda y su cabello cae de una forma desordenada sobre sus hombros.

Me inclino hacia su rostro, besando sus labios por un corto tiempo antes de apartarme porque mi autocontrol cuando se trata de mi esposa, es prácticamente nulo.

Ha pasado un mes desde nuestra boda, un mes desde que nos convertimos oficial y legalmente en marido y mujer. Y vaya que está siendo asombroso, saber que Sally finalmente es mi esposa.

—Realmente tengo que ir a la empresa —ladeo la cabeza, acomodando un riso rebelde detrás de su oreja —lo que me hace pensar... ¿por qué no vienes conmigo? Es tu día libre, así que ¿por qué no me acompañas?

—No estoy lista...

—Puedo esperarte —me encojo de hombros —quiero decir, si tu quieres venir conmigo.

—Claro que quiero —dice apartándose —no me tardo.

Casi corre a las escaleras para ir a nuestra habitación, sonrío ante su imagen subiendo con rapidez los escalones y camino hasta el sillón de la sala.

Le envío un par de mensajes a Marlon, informando que llegaré con algunos minutos de retraso y cuando obtengo una respuesta, guardo el celular.

Sally baja diez minutos después, un tiempo récord en realidad. Porta un bonito vestido veraniego que le llega hasta la mitad del muslo, se ha recogido el cabello en media coleta y lo ha adornado con un lazo en color amarillo, a juego con el vestido.

Sus pasos resuenan por los tacones en color dorado que porta y se acomoda la correa del bolso en uno de sus hombros antes de sonreír hacia mí.

—¿Qué te parece? —inquiere.

—Estás preciosa —aseguro —¿quieres que pasemos a comprar algo para desayunar? Podemos pasar a esa cafetería que tanto te gusta, queda de camino a la empresa.

—No quiero atrasarte más —dice —puedo pedir algo cuando lleguemos, ¿verdad?

—Puedes pedir lo que desees —extiendo la mano hacia ella —pero también podemos pasar a esa cafetería, no me retrasaras, soy el jefe.

—Cuando te conviene —reclama riendo levemente.

Los guardias nos siguen cuando salimos de la casa. A pesar de que nos habíamos asegurado que ya no había ningún peligro para nuestra familia, decidimos continuar con los guardias. No podíamos arriesgarnos, si sucedió una vez, nada impedía que pudiera suceder de nuevo.

Un desastre inevitable (SL #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora