8.- La única respuesta

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Sally

Mis manos están contra ese fuerte torso, soy capaz de sentir los músculos contra mis palmas y su aliento chocar contra mí. Percibo cierto rastro de olor a alcohol, los ojos de Antoni se han oscurecido y parece mucho más intimidante, aún cuando soy yo quien está sobre él,

—Bésame, Dolcezzca.

Dolcezzca, esa maldita palabra que consigue darme un escalofrío en todo el cuerpo. No es una petición amable, es casi una orden. Un mandato autoritario que me deja sin aliento.

Antoni tiene los labios entreabiertos, esperando el momento en el que me atreva a besarlo, pero es como si no fuese capaz de hacer o decir nada más.

—Si no me besas tú, lo haré yo —dice con seguridad—. Tú decides.

Trago con fuerza, la mano que rodea mi cintura ejerce un agarre mucho más firme, apegándome contra su firme cuerpo.

—Que conste que te di a elegir —apenas procesos sus palabras cuando el cuerpo de Antoni se impulsa hacia un lado.

Un grito agudo brota de mis labios cuando siento mi cuerpo rodar, y ahora es él quien se encuentra sobre mí, me siento pequeña debajo de ese cuerpo imponente que parece tener la intención de acabar conmigo.

—Antoni...—su nombre brota de mis labios en un susurro suave—. Estás borracho.

—Pero estoy lo suficientemente lucido como para detenerme si me dices que no —habla en un susurro—. La cuestión aquí, Dolcezzca, es... ¿quieres que me detenga?

¿Qué rayos está ocurriendo? Vine aquí con un motivo muy diferente a este, pero es como si mi mente hubiese olvidado los motivos que me arrastraron hacia aquí.

Mi corazón martillea contra mi pecho, de una forma rápida, casi descontrolada. Mi respiración se corta en el segundo el que Antoni se acerca y se encarga de eliminar la distancia entre nosotros.

Algo en mi se retuerce cuando sus labios se apoderan de los míos por segunda ocasión, el sentimiento de sorpresa inicial se ha esfumado para ser sustituido por una corriente de adrenalina que me impulsa a rodearle el cuello con los brazos.

El beso se vuelve profundo, necesitado. El aroma de Antoni llega hasta mí, ese tan masculino y eclipsador que me nubla el juicio, que me arrastra a un sitio que desconocía por completo.

Se apodera de mi labio inferior, mordisqueándolo con ligereza. Una corriente de adrenalina se apodera de mi organismo. Antoni se aparta y por alguna extraña razón que no entiendo, extraño la cercanía.

Se incorpora aún con pasos tambaleantes, extiende la mano hacia mí y la tomo, un tirón fuerte me hace impactar contra su cuerpo otra vez.

La habitación está envuelta por el silencio, solamente siendo interrumpido por el sonido de nuestras respiraciones agitadas.

—Estoy borracho y podría llevarte a mi cama ahora mismo —susurra, pero a pesar de que es un sonido bajo, sus palabras están impregnadas de un sentido de firmeza y seguridad que consigue intimidarme—. Pero no lo haré porque no quiero que me odies por la mañana.

En ese punto, sonrío. Antoni Lombardi reteniéndose de llevarme a la cama porque no quiere ser objeto de mi odio. ¿Cómo podría odiarlo?

Desde aquel incidente en la fiesta no había dejado de pensarlo, no había olvidado la mirada preocupada, ni como se encargó de eliminar todos los cotilleos que involucraban mi nombre.

Nunca antes me he sentido tan protegida a lado de alguien, mucho menos a lado de un hombre. Pero con Antoni, con él todo es tan...intenso. Tan inesperado.

Un desastre inevitable (SL #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora