Capítulo 33

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Arrugo el rostro cuando los músculos de mis brazos reclaman al extenderlos para trapear el piso correctamente.

Solo han pasado dos días desde el "entrenamiento de bomberos por un día", y mi cuerpo se encarga de recordármelo dolorosa y amorosamente con cada movimiento que hago.

—¿Cómo estás, Amber? —La voz de Bruno se acerca por detrás de mí, indicándome que no está muy lejos. Apoya la mano en mi hombro y da un ligero apretón a modo de saludo, inmediatamente se me escapa una mueca de dolor y un quejido agudo—. ¿Problemas para quitar esa mancha? —Me mira la cara—. Pareces constipada, ¿estás bien?

—Sí —suspiro—. Es solo que mis hermanos, unos amigos y yo tuvimos una clase privada de un día que consistía en vivir en carne propia cómo entrenan los bomberos... cortesía de uno de mis hermanos y Gabe. —Repaso las palabras que dije en mi mente, cerciorándome de haber dicho el nombre correcto—. Y ahora tengo todo el cuerpo adolorido.

—No te envidio. —Me da dos palmadas en los hombros con ambas manos, a lo que hago una mueca de dolor—. Lo siento. —Su sonrisa angelical delata su verdadera intención, y lo fulmino con la mirada—. Vine a decirte que te quedaras hoy un rato más luego de la hora de cierre, tengo un anuncio que darles a todos. Ahora, si me disculpas, debo seguir avisando a los demás.

—¿Qué tal tu día al mando? —Alphonse se ha ausentado hoy por un percance familiar, por lo que las responsabilidades que él tiene recaen sobre Bruno. No es la primera vez que él lo hace, pero de todas formas no debe ser sencillo.

—Estupendamente. No todos los días ustedes son mis súbditos, así que debo aprovechar. No olvides quedarte después de la hora de cierre. —Me da una última palmada en el hombro antes de retirarse con una sonrisa cómplice en su rostro.

Mi jornada transcurre casi normal, con la única diferencia de lo adoloridos que están mis músculos. Me cuesta hacer ciertas cosas, por lo que me he dado mi tiempo para algunas labores de limpieza. Afortunadamente para mí, Bruno es quien está a cargo hoy, por lo que es mucho menos probable que me llame la atención por no trabajar a todo lo que doy.

No me malinterpreten, Bruno sería un excelente chef ejecutivo. Ha obtenido el cargo que tiene porque se lo ha ganado demostrando tener las habilidades necesarias. Sin embargo, hay mucha diferencia entre la forma de ser de él y la de Alphonse; Bruno es igual de exigente, pero es más amigable.

Luego de la hora de cierre, se respira un aire cansado y silencioso en la cocina, la cual está más llena de gente que nunca, pues estamos todos reunidos en ella a la espera de lo que dirá Bruno.

Bridget y Renaud están en su área habitual de la cocina, ella observa la maquinaria que lava los platos en cantidades enormes en busca de alguna suciedad, la cual quita pasando un pañito o rasgando con la uña cuando está muy pegado. Mientras tanto, Renaud habla con ella en voz baja.

Laetitia está sentada en una de las cajas vacías donde usualmente llegan los vegetales, con una expresión de cansancio y unas notables ojeras bajo sus ojos, como si no hubiese dormido bien anoche, a la vez que se masajea la pantorrilla.

Suzette luce mucho mejor físicamente y, aunque aún sigue un poco distante, no me evita como aquella vez. Me dedica una pequeña sonrisa cuando nuestras miradas se encuentran.

Siento mi teléfono vibrar en el interior del bolso que suelo traer al restaurante, es uno un poco raído al cual le tengo gran valor sentimental, y es fácil de lavar, lo cual resulta muy útil cuando pasa las mismas horas del día que yo en la cocina, solo que nuestras pertenencias se colocan en un lugar aparte, a un lado de la oficina de Alphonse.

Al encender la pantalla, veo que es un mensaje de Matthew avisando que ya está afuera, y rápidamente le escribo que espere un poco, y las razones del por qué.

De París, con amor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora