Capítulo 40

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Dicho y hecho, al día siguiente les mostré mis posibles menús a Bruno y Alphonse, aclarándoles cuál iba encabezando mi lista. Ellos me sugirieron que estuviese cien por ciento segura antes de volver a sacar el tema, pues debían hacer la entrega al equipo del catering.

Por lo que durante el resto de la semana compré los ingredientes necesarios para hacer una prueba del menú preseleccionado, y les dije a Matthew, André y Blair que fuesen mis catadores.

Ya en domingo, comencé por la preparación de los bocadillos que se servirían antes de la cena, puesto que elaborarlos era más rápido que cualquier otro platillo, y ya están listos para probar. El plato de entrada y el fuerte nos servirían de una vez como almuerzo.

El menú completo consiste en brochetas de aceitunas, bocaditos de caprese con pesto, mofonguitos de aguacate y camarón, bolitas de espinaca al horno y brochetas caprese con jamón serrano para los bocadillos.

El plato de entrada es una sopa de coliflor adornada con una rebanada de pera y beicon; el plato fuerte consiste en el solomillo de pavo relleno de queso y jamón; finalmente, el postre es una crème brûlée con especias con temática navideña.

Miro las brochetas de aceitunas con cierta aversión y desagrado, ya he probado los demás bocadillos y he dejado lo peor para el final. Sé que debo hacerlo... si algo nos enseñaron en la escuela de cocina es que debemos probar todo antes de servirlo para tener una opinión propia de lo que se ha preparado, pero esta norma puede llegar a ser una completa tortura.

«Hazlo». Me dice mi fuero interno. «Solo será una sola».

Finalmente, tomo el palillo y acerco la brocheta a mis labios, deslizo la fina madera para que los ingredientes queden dentro de mi boca y mi rostro se arruga de inmediato al sentir ese sabor tan intenso y amargo, característico de las aceitunas.

Empuño las manos mientras mastico lo más rápido que puedo sin morderme la lengua, intentando hallar el sabor de los demás ingredientes, pero esa pequeña cosa ovalada y verde eclipsa todo mi sentido del gusto.

—¿A la señorita MasterChef no le quedó buena la comida? —André irrumpe en la cocina con su tono bromista, tomando asiento en uno de los taburetes, y un gesto burlesco se abre paso en su rostro al ver el mío.

—No es eso —digo con la voz ahogada, tragando grueso y yendo a la nevera en busca de un vaso de agua.

Me sirvo hasta la mitad y me lo tomo a pecho. Saboreo en busca de sabores desagradables para mí y me sirvo otro poco hasta que recupero mi gusto.

—Ni siquiera sé si quedó bien o no. No me gustan las aceitunas. —Me estremezco al recordar la sensación que dejó en mi boca antes de tomar agua.

—A ver. —Se inclina hacia adelante para ver el montón de bocadillos—. Déjame probar a mí. —Toma un palillo de las brochetas de aceituna y lo prueba, se tarda en masticar más de la cuenta y mira varios lugares en el techo saboreando. Luego, me mira con los ojos bien abiertos—. Está rico. —Le doy un manotazo—. ¡Oye! —Se lleva una mano a la zona afectada, frotándose lentamente y mirándome con el ceño fruncido—. ¿Por qué fue eso? Solo intentaba ayudarte.

—«MasterChef». —Enarco una ceja.

—¿Apenas reaccionas? —Ahoga una carcajada cuando lo fulmino con la mirada—. Créeme que el parecido es increíble —dice con fingido asombro, continuando con el juego.

Pongo los ojos en blanco mientras una sonrisa cómplice nace en mi boca.

—¿Y bien? —Señalo los palillos frente a mí para que sepa a qué me refiero.

De París, con amor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora