Capítulo 49

2.1K 218 60
                                    

Las horas transcurren, aunque se siente como si no fuese así. No sé cuánto tiempo llevamos en la sala de espera, pero parece una eternidad, y nadie ha salido a decirnos algo sobre Blair, haciendo todo más extenuante.

André apoya la cabeza en mi hombro, y de reojo veo que lucha por no quedarse dormido. El reloj de la sala de espera muestra que son casi las cuatro de la mañana, ninguno de los dos ha descansado nada en casi un día entero. Pero dudo que podamos dormir estando aquí sin saber nada, la preocupación es mucho mayor que el cansancio.

—¿Familiares de Blair Reyner? —La simple mención del nombre nos hace reaccionar a ambos, incorporándonos para mirar al dueño de esa voz masculina.

Nos ponemos de pie al ver que se trata de un médico mirando alrededor de la estancia, buscando.

—¿Familiares? —nos pregunta ni bien terminamos de acercarnos.

—Vienen de camino hacia acá —respondo al notar que André no es del todo él.

—¿Usted es pareja de la paciente? —El hombre mira a mi amigo, quien asiente. El doctor toma una respiración profunda antes de hablar otra vez—. Lamento mucho informarle su pérdida.

¿Blair está...?

De la nada, se siente como si el piso temblara bajo mis pies. Tomo la mano de André como primer impulso, y él me devuelve el apretón. Un vistazo rápido a su rostro es suficiente para notar que se ha puesto tan pálido como yo me siento.

—Blair ha sufrido un aborto espontáneo a causa del accidente —informa el médico.

«¿Qué?»

—¿Aborto? —replicamos André y yo al unísono.

El hombre frente a nosotros nos mira de forma alternada y esconde los labios unos segundos, dándose cuenta que ninguno sabía nada al respecto.

—Ella tenía cinco semanas de embarazo —prosigue el profesional.

Giro para mirar a mi amigo, que se ha quedado pasmado, con la vista fija en ningún lado en específico.

Vuelvo a mirar al doctor al cabo de unos segundos, sin terminar de asimilar sus palabras.

—¿Có-cómo está ella? —Me aclaro la garganta, sin saber muy bien qué hacer.

—El choque fue del lado izquierdo del auto, por lo que Blair impactó en la puerta del copiloto con su lado derecho. Como resultado, tuvo una dislocación en el hombro y una conmoción cerebral leve al golpearse contra el cristal. Además de varias contusiones en el resto de su cuerpo que, afortunadamente, no pasaron a mayores. No son mortales.

»En este momento está estable, pero inconsciente. El golpe en la cabeza fue una herida profunda, por lo que tuvimos que suturar. Permanecerá dormida toda la noche, y quizás también el día de mañana mientras evaluamos su progreso. Lo más recomendable es que su cerebro trabaje lo menos posible.

El corazón me desciende a los pies de solo imaginar los segundos de terror que ella vivió en ese auto antes de quedar inconsciente. Aprieto la mandíbula y trago grueso para no llorar justo ahora. Quiero abrazarla y consolarla, pero debo conformarme con el doctor haya dicho que está estable.

—¿Podemos verla? —inquiero.

—Sí —contesta—. Pero solo uno puede quedarse a pasar la noche. Preferiblemente tú —mira a André—, que eres el pariente más directo.

Nuestro camino a la habitación es corto, pero se hace eterno. Caminamos en silencio y, cuando cruzamos el umbral de la puerta, el cambio de ambiente es evidente: la sensación de ajetreo queda afuera, el bullicio del hospital es reemplazado por un silencio agobiante, y la luz fulgurante se vuelve tenue.

De París, con amor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora