Capítulo 20

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—¡Blair! —golpeo su puerta varias veces con la palma de la mano fuertemente—. ¡Blair, despierta!

Ya es sábado por la mañana, las ocho y cuarto de la mañana para ser específica, y debemos estar en el lugar del concurso a las nueve en punto. No soy fanática de los retrasos, de hecho, nos han educado para ser lo más puntuales posible: colocar siempre la alarma por lo menos hora y media antes, era mejor tener tiempo de sobra que estar corriendo de aquí para allá, preparando todo a última hora... sobre todo en una familia de siete personas.

Mataré a Gabe por esto, aunque debo darle créditos por haberme ayudado a mantener mi mente en otra parte cuando ésta comenzó a divagar en los recuerdos con Henri; hablábamos por mensaje y no podía dormir, él debió notar que no me sentía del todo bien, porque me llamó... y esa llamada conllevó a una charla que duró hasta bien entrada la madrugada.

Debido a eso, ignoré la alarma, la escuché, e incluso me desperté, pero la descarté y continué durmiendo hasta ahora. Él también debía que levantarse para ir a trabajar. ¿Cuál fue su excusa? Que los dos fuéramos trasnochados a nuestros destinos... y yo, de tonta casi enamorada, obedecí.

—¡Blair Reyner, entraré a levantarte de esa cama por los pelos si no das una señal de vida! ¡No me importará que estén desnudos! —eso último no lo sé con exactitud pero, desde que André se mudó con nosotras, me he creado la costumbre de tocar antes de entrar a la habitación de Blair, por si acaso, cosa que no hacía antes.

Escucho movimiento dentro de la habitación y dejo de gritar para poder oír mejor, pegando la oreja en la puerta y alejándome cuando el ruido se acerca.

Una pelirroja súper despeinada y con una fulminante mirada me recibe en la puerta. Sus párpados están a medio abrir y, si no se estuviera apoyando en la puerta, seguramente ya estaría tumbada en el suelo.

—Vamos tarde a la competencia —coloco el teléfono frente a su rostro para que vea la hora.

—Mmm... —gimotea, entornando sus ojos para enfocar mejor la pantalla.

—La competencia —subrayo. Aún no reacciona—. Concurso de cocina...

Termina de abrir los ojos por completo y con sorpresa, inhalando como si el alma le hubiera vuelto al cuerpo. Se separa de la puerta y me quita el teléfono de la mano.

—¡Son las ocho y veinte, Amber! ¡¿Por qué no me despertaste antes?! —desaparece en la oscuridad casi absoluta de su habitación.

—¿Qué crees que he estado haciendo?

—Me refiero a despertarme hace horas —sale a paso apresurado, quitándose la ropa a medida que avanza al baño y la sigo—. Ten —me tiende el teléfono y las llaves del auto de André, y tomo todo antes que se le ocurra la maravillosa idea de soltarlo con las prisas que lleva—. Déjale un mensaje a él diciendo que tomé las llaves de su auto, no nos dará tiempo de irnos en bus... y tú no conducirás —me escruta con la mirada antes de entrar al baño.

—¿Y tu alarma? —la sigo.

—Sabes que no la pongo cuando ambas nos levantamos a la vez —se coloca de espaldas a mí, quitándose la ropa interior y entrando a la ducha. Asoma la cabeza por la puerta, mirándome con ojos acusadores—. Tú eres mi alarma —termina de cerrar la puerta.

—Pues de ahora en adelante deberías comenzar a desconfiar en mí con respecto a eso.

—No lo haré. Eres demasiado puntual para mi gusto. Pero lo que sí haré es decirle a ese bombero que por su culpa puede que lleguemos tarde a algo que cambiará nuestras vidas —concluye la conversación al abrir la ducha. El ruido del agua apacigua el resto de los escasos sonidos dentro del apartamento.

De París, con amor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora