Capítulo treinta-cinco

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Habían sido demasiados años y la culpabilidad le estaba corcomiendo de algún modo, en ese entonces en verdad creyo que podría juzgarlo, sin embargo, él estaba condenado a vivir una vida de soledad porque ni siquiera la muerte podría liberarlo de ella, durante años paso perfeccionando una manera para juzgarlo sin ningun solo avance, hasta hace unos cuantos meses, mas se olvido de él por un instante, algo casi imposible pero sucedio, y esto solo fue debido a los grandes riesgos que se estuvieron presentando, día tras día todo era una batalla para la superviviencia, existian clanes, reinos, imperios que no aceptaban las normas y sobre todo ángeles rencorosos esperando una oportunidad, solo una para pelear contra ellos, algo que ya apareció.

—¿Entonces que es lo que vas a hacer?—reto Jeremy con sus palabras mientras soltaba una de esas risas irritantes que harían enojar a cualquiera, en verdad él no había cambiado, los años en la cueva no lo hicieron diferente, tenía el mismo tono burlón y juguetón de aquellos tiempos.—Nada de lo que hagas servirá y tú seguirás cargando con la culpa.—se encogió de hombros ocasionando el movimiento de las cadenas que restringían sus manos.

Ciertamente no se equivocaba Jordán no podía olvidarlo, la culpa de ese entonces lo estaba matando, no por la tristeza sino por lo irónico que era la vida, siempre supo que los humanos eran unos mentirosos y sobre todo eran un par de traicioneros esperando el momento indicado para atacar y para este instante ya no sabia que los diferenciaba de los ángeles que tanto los odiaban.

¿Que nos hace diferentes a nosotros de los ángeles y los humanos?—fue una pregunta que no tuvo respuesta, mas tarde entendió que si había una, una muy certera, y esa era que ellos tenían la amabilidad de Dios, algo con lo que ellos como demonios ni siquiera podían soñar.

—Voy a devorarte, devorare cada uno de tus pecados—sonrió astutamente el príncipe, al fin lo había conseguido, esa habilidad que tanto deseo, días y días buscando hasta que la encontró—en el pasado no pude matarte, ahora tampoco puedo hacerlo, sin embargo, puedo cargar con la culpabilidad, esa que he tenido que cargar todo este tiempo—mientras decía esto, comenzó a deshacerse de su camisa, los botones pronto fueron desabrochados dejando a la vista un cuerpo blanco y extremadamente palido, al darse la vuelta una enorme cicatriz resalto—¿Lo vez?—pregunto el joven príncipe enseñándole la gran marca al encadenado—siempre he cargado con la culpa, ahora adquirire las tuyas, tu maldición

Jeremy palideció, esto no era algo que hubiese visto venir, el amable amigo que conocio podría haber desaparecido hace bastantes años, para él pensar en la muerte nunca fue algo aterrador porque su destinado estaba sellado, vivir por la eternidad debido a su maldición que pensó que era una bendición, a pesar de haber visto tantos cuerpos durante su niñez, la muerte no le causo ningún sentimiento—Junto a todo lo que eres—concluyo el príncipe sonriendo ladinamente mientras se acercaba a su lado, debajo de sus pies unas sombras comenzaron a salir, Jeremy tambien se dio cuenta y solamente pudo reírse a carcajadas mientras las sombras negras subían por su cuerpo cundiendolo poco a poco hasta tragarselo vivo.

Devorar, devorar...

No hubieron gritos, ni rastro alguno de dolor que se pudieran presenciar, más no quiere decir que el joven no estuviera sufriendo en silencio porque internamente los gritos bañados en dolor se encontraban resonando, ser tragado por esa habilidad era mas doloroso que las veces que Jordán lo había matado.

Internamente el príncipe aun podía escuchar sus risas resonando en su interior, Jeremy no estaba muerto, no, no lo estaba, porque él merecía algo peor que la muerte y esa era vivir en soledad, si bien había aprendido algo Jordán, esto era que la soledad podía destruir cualquier estado mental por mas fuerte que fuera.

"Hay pecados con los debemos cargar por la eternidad"

Para ser fuerte, para protegerlos, haré lo que tenga que hacer—murmuro mirando los pares de cadenas vacias que se encontraban enfrente de él—el pecado de los míos, es mío, tú pecado tambien, tú maldición, de igual manera me pertenece—porque solo él mas fuerte debe sobrevivir.

El príncipe del Inframundo[#4]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora