Capítulo veinticinco

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Tan pronto como pudo se dirigió a la mansión, no iba a tener en espera a su hermana quien parecía tener noticias muy importantes que comentarle.

...

Fueron solo cuestión de unas cuantas horas lo que se demoro el joven en llegar a su casa, la diferencia fue menor a la que empleo cuando él fue por primera vez al instituto hace unos días, el príncipe se apresuro hacia el interior de ella, a su paso cada uno de los que vio empleo una reverencia rápida ante él, quien sin importarle se dirigió al salón.

Dos hermanos por fin se encontraron frente a frente el uno del otro.

La voz de preocupación pronto llego a los oídos de la joven dama Eiza—¿Que es lo que sucede?—su voz hizo eco en la habitación, los ojos del joven examinaron cada parte del cuerpo de su hermana en busca de una sola señal de que estuviese herida, tras no haber encontrado rastro alguno de esto el cuerpo de Jordán que se había puesto tensado se relajo y finalmente pudo exhalar de alivio.

Pese a la mirada y examinación de Jordán, Eiza jamas dejo de mirar por todos lados mostrando un poco de nerviosismo a su hermano, lo que hizo que el príncipe en sospecha dispara sus sentidos de un lado a otro sin dudarlo en busca de algún extraño, el joven nunca había visto a su hermana de esa manera, Eiza era una chica segura de si misma y no se dejaba intimidar por nadie, para estar en ese estado algo muy malo debería haberle sucedido.

El príncipe intento controlarse y no cuestionarle absolutamente nada, espero con paciencia a que su hermana le contara acerca de la situación, del porque se estaba comportando de esa manera, no quería asustarla o empeorar su comportamiento con sus palabras, debido a que si hablaba no podría controlar su tono de voz.

Finalmente los labios de la chica se abrieron y de ellos salieron—Hermano—esta voz fue nerviosa, le hizo devolver su mirada a ella, le presto sumamente atención a Eiza e intenta transmitirle calma, alivio y animo a través de su mirada, Eiza al verlo se anima a hablar—Sabes que existen reglas ¿cierto?

La joven no espera una respuesta por parte de su hermano, toma aliento y se anima a continuar con lo que ya ha comenzado a decir—Estas rigen el inicio y por supuesto el fin de todo—juega con sus manos de manera ansiosa como nunca él la visto hacerlo, no es el tipo de persona que haga esas cosas.

El príncipe asiente ante ella, se acerca y acaricia su cabeza amablemente—Lo sé, todo el mundo tiene un orden—le murmura con una sonrisa para calmarla, cosa que no logra, esto solo causa que Eiza se altere, pues no se encuentra de acuerdo con el orden que se ha establecido.

—Pero ese orden, esta MAL—dice remarcando la ultima palabra, esta alterada—No tienen el derecho, no lo tienen—dice esta vez gritando.

Jordán le toma de las manos—¿De que no tienen derecho? ¿Alguien te esta obligando a algo?—le cuestiona de manera demandante—Puedes decírmelo, lo resolveré.

—No puedes hacer nada—sentencia con resignación la chica mientras niega—Así como NO pueden exigirme ver y callar—en este momento su voz se comienza a quebrar poco a poco hasta que sus ojos se aguan, instante en que el llanto inicia, su rostro pálido muestra una tristeza inevitable—No puedo más, no quiero ese futuro.

Un futur...—Sus palabras se cortan a causa de sus sozollos, pero cuando esta a punto de continuar las palabras no salen de su boca, las manos de Eiza se elevan hasta su cuello, es como si algo le impidiera proseguir con lo que diría, no obstante a duras penas se forzó a continuar—sin ti, hermano.

De sus mejillas resbalan pequeñas lagrimas, Jordán no es capaz de poder creer lo que escucha de los labios de su hermana, al estar cerca de ella inmediatamente le cubre con su mano sus labios en intento de hacerla callar.

El príncipe comprende con claridad lo que su pequeña hermana intenta decirle, es claro que eso esta prohibido, ella no puede compartir lo que ve, su habilidad no es como la clarividencia, si lo fuera tendría libertad a compartir lo que observa, pero no es así.

Nunca he temido a la muerte, sé que un día vendrá por mí.—piensa mientras con su otra mano da palmaditas a su hermana.

Más su hermana no se detiene ahí, empuja la mano de Jordán con fuerza y sigue hablando, ya ha callado por bastante tiempo, no puede soportarlo, tiene que decirlo, el castigo es en lo que menos piensa en este instante, su mente solo puede pensar en que de alguna manera tiene que salvar a su hermano de ese destino.

—La batalla no es el peligro inminente—comienza a hablar inclusive si su hermano intenta callarla, ella sigue hablando sin detenerse—hay un hombre, no se quien diablos es, no obstante él es sumamente peligroso, en la batalla de ángeles él aparecerá, sus intenciones son malas, ese día de la batalla muchos morirán por su culpa, la batalla final esta perdida, tu has pedido—suelta lo más rápido que puede la joven.

—Si ese es mi destinó, que así sea—dice riéndose, aun cuando acaba de oír su destino no se inmuta ante el.

N..no—Eiza no puede creer que su hermano se este riendo de una situación que pone en riesgo su vida—¿Como puedes reírte de esto?—estalla a gritos—¿Porque tomas a juego tú vida?

Sin embargo su hermano no responde a ninguna de las dos preguntas, se acerca a ella y la abraza, con voz tranquila—SHH—le susurra transmitiéndole su calidez, sus emociones y su cariño—No digas más.

Eiza no es capaz de soportarlo, realmente lo detesta, odia al valiente hermano que tiene, ese hermano que esta empeñado en un objetivo sin importarle nada más, detesta a ese él suyo que siempre despliega una confianza incapaz de romperse, esa que hace que cualquiera quiere seguirle, ese él que siempre dice "ganare" aun sin estar seguro, pero sobre todo odia y aborrece a ese hermano que acepta la verdad sin cuestionarla, la realidad que venga como venga sera aceptada, incluso si es el destino que afirma su propia muerte.

Cabizbaja murmura—Tú enemigo, mamá lo conoce, él me ha visitado—esto ultimo se vuelve inquietante para Jordán.

¿Que es lo que quería?—interroga preocupado—¿No te ha hecho nada?

Lo ultimo que la joven alcanza a decir es—Dice, que viene a reclamar lo que le pertenece—tan pronto como menciona esto, ella comienza a sentir el cuerpo entumecerse, los síntomas del castigo inician, en su pálida piel se trazan lineas negras, la sensación de ardor la hacen gritar.

El fuego que las traza es el mismo que yace en solo en el imperio de su hermano, es el fuego que castiga al pecador, pese a ello, su hermano es incapaz de controlarlo, Eiza muerde sus labios en intento de aguantar el dolor mientras se aferra con fuerza al cuerpo de su hermano, Jordán intenta calmar su dolor sin resultado.

—¡Eres una tonta!—exclama con enojo pero en el interior se siente frustrado por no poder ayudarla—No te pedí nada.—vuelve a exclamar, su coraje es con él mismo por ser tan débil que ni siquiera siendo el gobernador puede controlar su propio fuego, eso solo puede deberse a algo, quienes mantienen el orden de esa habilidad tienen más autoridad, por ende deben hallarse en los pisos superiores del infierno.

A pesar de que el infierno es suyo, aun hay muchos dueños y con mayor poder que él suyo, el aun es débil.

Tenías que callar—Escupe frustrado mientras la abraza—callar y mirar como tú hermano vence igual que siempre.

Porque los monstruos siempre ganan

Murmura con seguridad el príncipe.

Eiza con una voz agonizante y en murmullo apenas se le escucha decir—No es así, los monstruos no siempre ganan, ganan quienes tienen el control de su propio monstruo.—comenta de manera casi inaudible—Recuérdalo—menciona—ser un monstruo no asegura una victoria, hasta el más grande de los monstruos tiene debilidades.

Estas son las ultimas palabras que dice antes de desmayarse entre los brazos de su hermano.

El príncipe del Inframundo[#4]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora