Capítulo 10 Acontecimientos

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Hola, hola, holaaaaa. Espero que estén felices que les sorprenda con este capítulo, aquí ando sigo con vida hecha un desastre pero en movimiento, espero pronto poder decir de que superado esas revoluciones que traigo en mi cabeza, sin más me despido y espero que disfruten el capítulo.

Shaw había trabajado con ellos en el día en la casita de los Ross y en la suya por las noches ganándose la admiración y cariño de Emma y Rogers. Igor le había proporcionado los cristales para las ventanas que se habían roto en ambas casas. Coira le reclamó el que le advirtiera salir de la cama el día que llegaron, pero igual obedeció debido a la manifestación de vértigos debido al viaje. Había cenado con ella cada noche y había intentado hacer un cortejo caballeroso alrededor de la mesa que los viejos prudentemente dejaban disponible a buena hora para que los esposos gozarán de un poco de privacidad, Shaw murmuraba lo mismo porque no quería correr riesgo de tener cohabitantes entrometidos.

— ¿Como te has sentido? -preguntó con cautela mientras tomaba un trozo de queso.

— Bien - respondió apenas audible.

— ¿Te ha gustado el lugar? -insistió el pelirrojo en hacer conversación.

— Es agradable -contestó adecuadamente. Quería Shaw hablar con ella, las cosas no mejorarían con los viejos Ross ahí; no podría usar su tono autoritario, ni su mirada severa para hacer que Coira cooperara en ser por lo menos más comunicativa con él por temor a que los Ross adivinaran la problemática de su temporal enlace.

— Bien - fue todo lo que Shaw dijo aquella noche.

La acompañó a dormir y vio que la joven al igual que deseaba que los Ross se fueran, claro, por motivos diferentes; aquella casa poseía un par de habitaciones más y adivinaba que probablemente acariciara la idea de dormir en habitaciones separadas; sin embargo, estando los Ross ahí debían guardar las apariencias. No le advertiría nada hasta que fuera estrictamente necesario; Coira seguía en convalecencia para su gusto y definitivamente le importaba más su integridad física.

Coira había mirado la cama y en derredor, había pensado momentáneamente en dormir en el suelo porque se le antojaba cada vez más impensable compartir el lecho con su esposo, todo lo advertía o adivinaba el muchacho. Por ello, el pelirrojo había determinado dormir pocas horas de la noche.

— Coira espero puedas dormir mientras yo arreglo los daños que hay en esta casa, sigue habiendo mal tiempo y yo deseo que este lugar sea lo más agradable y cálido para ti.

Dentro de habitación Coira se quedaba muda, solía mirarlo con atención a sus movimientos, negar si hacía una pregunta y asentir si eran peticiones. Aquella actitud le crispaba los nervios al hombre, aunque al final terminaba comprendiendo todos sus miedos. Se ofrecía siempre a desabotonar o desanudar sus vestidos. Coira solía mirarlo con suplica, negar y al final acceder a las pretensiones de su marido en ese silencio absoluto.

Esa actitud sumisa era más dolorosa para Shaw que su silencio sepulcral, o su hostilidad o actitud aprehensiva. Se dormía después de hacer una oración al buen Dios para que lo ayudara a curar las heridas de la joven, podía ver en sus ojos que aquel embarazo no la hacía feliz y que debía andarse con cuidado si no quería que su salud desmejorara. Se acurrucaba en rincón y dormía de tres a cuatro horas lo suficiente para recargar energías para el siguiente día de trabajo y no pensar en tocarla o besarla. Lo cierto era qué, cada noche nomás tocar la cama la sensación de tenerla cerca y sentir su calor le invitaban a girarse hacía ella y besarla...

Por la mañana pese a que hubiera querido despertarla con un beso, aunque no lo hacía, la dejaba dormir pacíficamente y se concentraba en su empeño. Una tarde la había visto asomarse y sonreír a lo que la anciana Emma le decía. Eso hizo feliz a Shaw no importaba que no sonriera para él pero que lo hiciera. Por su parte un día en que el mal tiempo parecía al fin amainar, la señora Ross invitó a Coira a cocinar para su esposo algo especial al igual que para los colaboradores que se esforzaban a la par e insistió en que fuera a llevar las viandas y tal vez quedarse para acompañar a su marido un rato.

Un McKenzie EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora