Capítulo 27 Tiempos Mejores Parte 2

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Hola mis queridas lectoras,  estoy escribiendo poco a poco, estoy tratando de conseguir empleo hace meses y mi hija ocupa mi laptop, estudia enfermería y casi no tengo tiempo para ocuparla pero aquí les dejo un capitulo, esperando que no me abandonen, ya saben que espero sus votos y comentarios, les mando un fuerte abrazo, espero pronto tener cosas bonitas que contar.


Cierto día a finales del mes de septiembre llegó Lilibeth, Shaw justo había pensado llevar el niño con la sra. Ross, había regresado temprano a casa; verla ahí no le agradaba, pero refrenaba su carácter irascible cuando de Lili se trataba porque, aunque no le agradaba reconocía su natural simpatía y dulzura con los niños, al menos con el suyo, porque la nieta de los Ross mostraba más adoración por el pequeño que su propia madre.

Al principio le pareció que Lili quería acercarse nuevamente a él, pero siendo pelirroja era difícil disimular su vergüenza cada que se miraban a los ojos, así que decidió dejarlo pasar. Este día en particular era bueno encontrarla, le solicitó amablemente que cuidara del bebé para poder dar un paseo con su esposa. La nieta de los Ross accedió encantada.

Shaw como siempre se acercó a Coira y la invitó salir.

— Lili se ha ofrecido a cuidar a Boyd para que demos un paseo, pensé que te gustaría.

Coira suspiró, habría querido decir que no, pero alejarse del pequeño definitivamente sonaba alentador. Sentía el corazón apretado, oprimido constantemente por tener que estar siempre pendiente de su pequeño hijo. Sintió la mejilla enrojecida, ahí, justo donde su esposo había dejado un beso, la idea de salir le agradaba muchísimo más de lo que se atrevió a demostrar justo por ese beso que Shaw le dio en la mejilla. Se sentía cansada de recibir aquellos gestos de cariño que no hacían otra cosa que anunciar la tentación latente de su esposo por hacer mucho más que solo eso.

— Vamos -animó el pelirrojo a su esposa.

Coira llevaba puesto uno de los vestidos que Shaw le regaló, antes de que naciera su hijo. Había recuperado su figura y podía decirse que lucía cada vez más delgada algo preocupante para él, pero Emma Ross le dijo que era normal debido a que daba pecho.

La tomó de la mano y la condujo hasta donde estaba su caballo, la subió y se montó como en viejos tiempos, la llevó al arroyo y la invitó a mojar los pies como él. Le sonrió después de subirla al caballo, pero Coira se mostró seria para su gusto, incomoda, quizás no como antes; lamentablemente aun no lograba que las cosas cambiaran respecto de su esposa hacia él, toda intimidad y confianza se tornaba incómoda para ella.

Shaw tuvo deseos de desnudarse y echarse a nadar; se contuvo. Coira se relajó, dejo de sentir el pecho oprimido, un poco libre, a decir verdad, libre de su hijo; de la realidad asfixiante que significaba su hogar, aquel enclaustramiento impuesto por su esposo limitando toda la libertad que sintió antes, creía que ahora cuanto más se acercaba el fin de su matrimonio; Shaw se afanaba en mantenerla cerca.

Acercó sus dedos a las manos de su esposa haciéndolos caminar por el piso en el que estaban jugueteando, Coira sonrió por las ligeras cosquillas, no dudo de la limpieza de aquel gesto amistoso. El pelirrojo la miraba con adoración. A Coira se le escapó una lágrima, podría haber llegado a enamorarse, podría haberlo querido mucho, ser feliz; pero le parecía imposible, estaba marcada; la idea de aquellos dedos jugueteando en su vientre se le hacía concebible.

Shaw no ignoró la reacción que mortificaba a su esposa, pensamientos de esos que él no podía controlar. Volteó y simuló estar distraído, dándole tiempo de reanimarse, espabilar aquellos cuervos que acechaban en su cabeza.

— ¿Te gustaría viajar en un barco? Podríamos volvernos piratas ¿Te gustaría? -inquirió de pronto.

Coira sonrió un poco.

Un McKenzie EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora