Capítulo 20 Una amenaza

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Me he perdido mucho, y cuando no me pasa una cosa me pasa otra, sigo viva, algo oxidada pero con ganas de continuar escribiendo. Espero que sigan gustando de esta historia. Les mando un fuerte abrazo y sin más las dejo con este capítulo.

Sí, Tania constituía una amenaza latente. Cierto día, le llegó el mensaje, por no decir la advertencia de que Tania pronto haría acto de presencia para visitar a su querida amiga, los nervios se le pusieron de punta y no pudo más que suplicar que Thorpe acompañara a su esposa en aquella campaña porque muy a su pesar le temía aquella estricta mujer, ella siempre se había encargado de mantenerlo a él a distancia de la mucha que ahora era temporalmente su esposa.

A los días se encontró decidido a permanecer al lado de su esposa para poder recibir a aquella estricta mujer, nunca habían sido amigos y gracias a Dios podía decir que tampoco enemigos, solo Dios podría saber lo que aquella mujer podría significar en su presente y futuro cercano. El sonido de las ruedas y los cascos de los caballos se dejaron escuchar aproximándose.

Aunque Tania no buscaba ser ostentosa, justo ahora que tenía todo o que quería deseaba mostrarse humilde, aunque de alguna manera se le hinchaba el pecho al ver la admiración que veían aquel precioso carruaje que Lady Merebith y su esposo le habían regalado.

— ¿Quiénes serán? -preguntó Coira, pero presintiendo de quien se trataba, el matrimonio había apenas y mencionado el tema como si cualquier cosa para no tocar terreno peligroso al respecto de la llegada de los nuevos señores McKenzie. Le latía fuerte el corazón y se le escapó una lágrima anticipada, habría creído que no volvería a ver a aquella mujer que la había visto crecer dentro de la fortaleza y a quien le debía mucho.

Shaw observó silenciosamente sin contestar a su esposa, quizá por falta de ánimo quizá atención porque estaba absortó en un mundo de posibilidades a partir de aquella presencia. Thorpe aquel enorme hombre, su amigo, abrió las puerta del lujoso carruaje y salió de un saltito e inmediatamente su mujer majestuosa y elegante asomó su blanca mano envuelta en una manga de encaje color verde malva que no era fácil de portar salvo por las damas de las clases más altas, revistiéndola una blusa blanca impoluta y una falda en el mismo todo del encaje con cortes de encajes estratégicos resaltando la elegancia de aquella dama, unas finas botas color camel y una cinta atada en su cuello del mismo tono de los zapatos, llevaba un sombrero al mismo tono para hacer el conjunto ideal; en honor a la verdad, la anterior dama de compañía de Lady Merebith se veía absolutamente atractiva, elegante e impecable como si hubiera nacido para lucir así, llevaba el cabello ligeramente recogido y se alcanzaba lucir el largo y precioso cabello negro de la mujer que su amigo Lionel Ferris solía llamar despectivamente  la solterona.

Tras ella, bajaron un par de pequeñas y una doncella. El pelirrojo conocía bien a la doncella y... también a aquel par de niñas. Coira corrió a paso veloz tanto como su abultado vientre se lo permitió. Tania dijo entonces:

— ¡No corras Coira! –con voz baja y con cariño le escuchó decir- una dama no debe correr, mi querida niña. 

Por un momento Coira sonrió con añoranza y después ambas lloraban, el cariño desbordaba en sus ojos; la vida, el destino las volvía a unir, aquel momento tardó mas de lo que cualquiera pudiera esperar, Coira se veía más pequeña, se aferró en aquel abrazo a su querida amiga, ella la sostenía en sus brazos mientras acariciaba sus cabellos como si de una niña se tratase, como si hubiera estado perdida y acabara de hallarle.

Thorpe y Shaw se saludaron en silencio, el recién invitado a las niñas con una seña a recorrer el lugar al lado de la doncella. El conductor del carruaje hacía rato que se había ido saltarín a estirar las piernas. Después de un largo rato en el que por fin Coira pudo guardar la compostura le brindo una sonrisa a Tania a modo de disculpa.

Un McKenzie EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora