Capítulo 17 besos

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Hola querid@s lector@s quiero decirles que me ha pasado de todo un poco, mi perrita murió y fue superdoloroso perderla por más intenté salvarla. Al mismo tiempo una persona de mal corazón le quebró la patita a mi gata la cirugía era bastante costosa para mí y sino había que amputarle la patita. Pedí ayuda con amigos y conocidos y vendí todo lo que tuve a mano para salvarle su pata así como me endeude para salvar a mi perrita. Mi Gueisha era la perra más dulce del mundo una preciosa Golden retriver y fue un golpe para mi familia. Quienes sienten amor por los animales y tienen mascotas me entenderán, ella creció al lado de mis hijas nos dió mucho amor y felicidad y nos ha quedado un enorme vacío. Espero disculpen mis demoras, de pilón mi laptop se descompuso, espero que la reparen lo más pronto posible.

Les mando un cariñoso saludo como siempre. Espero disfruten este capítulo.

Shaw habría querido conformarse con aquel par de besos, pero no pudo. Se suponía que aquello era una ofrenda de paz; no lo había planeado así, recién habían entregado en sus manos aquel vestido y ropita para el bebé siendo perfecto el regalo perfecto para compensar su falta de pudor por llegar en estado de embriaguez. Pero después de que su esposa besara su mejilla por segunda vez y sentir como los delicados dedos de sus manos se pasearan por su cuello, el pelirrojo por instinto rodeó su cintura. Se atrevió a pedirle que lo repitiera otra vez.

— Uno más, por favor.

Tal vez por lo ocurrido con Lilibeth es que Shaw se encontraba en aquel estado de necesidad y, cómo no, si nomás sentir a su mujer había despertado su ser más primitivo que no tenía punto de comparación con lo que Lilibeth habría querido poder provocar. Coira con más cautela repitió el beso y mientras se separaba, Shaw había atrapado sus labios como hacía mucho que lo estaba deseando, suave, firme y decidido. Bajó ligeramente una de sus manos hacia la cadera de su esposa para retenerla suavemente y al tiempo ella había intentado alejarse, él había avanzado al mismo tiempo en un par de movimientos mientras besaba y confundía a su esposa la había colocado en la cama tan rápido e imprevisto que ni el mismo podría entender jamás como lo hizo, más aún porque terminó colocándose entre sus piernas.

Toda Coira tembló, Shaw estaba tocándola como cualquier hombre enamorado habría tocado a la mujer de sus anhelos, pero con mucha más cautela, y aunque Coira tenía miedo no supo cómo detenerlo; más, presa del miedo de saber que ella lo había provocado, que de las sensaciones que Shaw intentaba despertar; la muchacha, aunque no hubiera querido recordó el tamaño, el color y la forma de su sexo.

— No continues, por favor. Tengo miedo -alcanzó decir cuando sintió que Shaw levantaba sus faldas.

Respiraba agitada, no pudo detenerlo cuando había empezado a besarla víctima de aquel estado de paroxismo.

— Coira lo siento, te juro que nunca haré nada que tú no quieras.

Besó sus labios y se separó de ella, bajando las telas que había subido a la altura de sus rodillas aun con su avanzado embarazo él la deseaba, estaba seguro que de poder lograr su cometido no habría dañado al bebé, pero ella no deseaba que sucediera y estaba seguro que le había costado detenerlo incapaz de defenderse y eso le dolió. Los labios de Coira temblaban, sus ojitos húmedos le estrujaron el corazón.

— Lo siento -murmuró-, lo siento.

Le besó las mejillas y con cuidado se fue apartando de ella, agradecía el tamaño de su panza que impidió la cercanía de su sexo a su esposa. Notó entonces que los pies de Coira estaban algo hinchados.

— Tus pies están hinchados -apuntó.

— Un poquito -aceptó Coira aún nerviosa con sus ojitos mojados y su voz temblorosa.

Un McKenzie EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora