Capítulo 12 La primera caricia

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Mis queridas(es) Lectores aquí estoy concediéndoles un capitulo más, más pronto que temprano (risas) resulta que esta autora se encuentra en medio de una de sus tantas crisis existenciales y mi refugio se encuentra justo en leer y escribir, encuentro que deberían apreciarme más (risas otra vez, apuesto que no creerán que estoy deprimida) se que me pierdo mucho, me disculpo por ello, quiero decirles que si algún día no termino de escribir una obra será porque Diosito me llame a cuentas. La nota dramática se debe a que he encontrado un par de historias interesantes, quizás más (obvio sí  más) que me han capturado y es lamentable que no estén terminadas y que cuando un lector pregunta si las continuaran  no haya respuesta. 

Tranquilas no me siento moribunda pero tendré que pedirle a mi hija que si en algún momento sucediera que por lo menos diga saben ya no habrá final. En verdad entiendo como lectora frustración de que una historia quede a la mitad. Dicho esto espero que tengan paciencia conmigo, espero llevar a termino todas las historias que tengo en redacción y mejor aún que tengo en mi cabecita hace tiempo pero no he escrito por "x" razones. 

No me voy sin antes dedicar este capitulo a quien voto primero @patriciajerez este capitulo va por ti. Apuesto a que no resististe leer nomás ver que habia publicado. 

Y sin más les dejo la intriga jajaja en la siguiente línea...

 Apuesto que empezarán a odiar a alguien... 

Cambiara en algo la forma en ven a Shaw.

— Que amable es -repuso con una sonrisa cándida-, como todos los McKenzie.

El pelirrojo se sonrojó ante aquella sonrisa y aquel cumplido.

— Vamos Lili, no seas coqueta, avergüenzas al muchacho, no querrás provocar los celos de su esposa -dijo el permisivo abuelo que conocía la naturaleza encandiladora de la nieta, sin que por ello consistiera en un regaño.

Ya en la habitación el McKenzie procuro su aseo mientras su esposa dormía, apenas había tocado la cena que le había llevado, seguía comiendo en cantidades pequeñas y aquello empezaba a desesperarle, tal vez era normal que el vientre no se le abultara aún, pero en definitiva el deseaba ver ese vientre crecen, aun sabiendo bien que la joven no deseaba aquel embarazo. Pocos habrían experimentado aquel sentimiento, sin embargo; era de ella, crecía en su vientre y todo lo de ella lo amaba, por consiguiente, lo amaba a él o ella. Sería su padre, lo criaría con ella y lo haría hombre o mujer de bien.

En cuanto terminó de desprenderse las ropas suspiró y resopló al mismo tiempo, la joven Lilibeth no le había agradado a lo sumo, era pretenciosa, coqueta y seductora; no necesitaba a una mujer así rondándolo, podría alterar la imaginación de su mujer y generar nuevas tenciones que él no necesitaba. Solo un día más le habría bastado para evitar su presencia en su hogar con ese movimiento intencionado de caderas.

Miró a su mujer, con el camisón abierto y el brazo descubierto, algo levantado y arrugado, las curvas de su cuerpo y se sintió enardecido. Apretó los ojos y se mantuvo ahí respirando el aroma de Coira combinado con el de los aceites, las hierbas y hasta el vinagre, la deseaba y dolía la certeza de no poder tocarle ni la punta de los cabellos sin que ella rompiese a llorar, horas antes lo había hecho y, al menos a justificación de las heridas nadie se atrevería cuestionar, pero... Aquella maldita cicatriz estaba seguro que Igor no la había ignorado. Lo miró con advertencia después de eso y con un desprecio velado tan evidente que le había dolido el alma, era el mismo sentir que tenía por aquel maldito al que ni siquiera le había cobrado con su vida pues de eso se había encargado Leathan.

Un McKenzie EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora