Especial San Valentín

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Planes románticos y otras tragedias escolares
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El aire de febrero en la Secundaria Hunter estaba impregnado de dulzura. Un aroma que mezclaba chocolate, perfume floral y el inconfundible nerviosismo de confesiones llenaba cada rincón del lugar. Los pasillos, ataviados con corazones de papel y globos flotantes, destilaban una atmósfera embriagadora de romance juvenil. Las pizarras estaban decoradas con frases cursis, garabateadas por estudiantes que se tomaban demasiado en serio el espíritu del Día de San Valentín. Susurros sobre confesiones y rumores de cartas secretas llenaban el aire como un murmullo constante.

Sin embargo, mientras todos vivían el Día de San Valentín con una mezcla de emoción y nerviosismo, Sheba tenía un objetivo claro y definido. Este no era simplemente otro 14 de febrero; este era el día.

Con su uniforme escolar perfectamente planchado, dos coletas adornadas con un lazo rojo impecable, brillo labial y un toque de rubor que daba color a sus mejillas, Sheba se había preparado meticulosamente para su gran confesión. Cada detalle había sido calculado al milímetro. Había pasado noches enteras de desvelo afinando su plan maestro, al punto de memorizar los horarios de Kurapika. Nada podía salir mal. No había dejado nada al azar: cada movimiento, cada palabra y cada mirada estaban cuidadosamente planeados. Hoy le confesaría a Kurapika sus sentimientos.

La sonrisa de confianza en sus labios no se tambaleó ni siquiera cuando vio de reojo a Kagura arrastrando una mochila que se movía sospechosamente. "Que haga lo que quiera", pensó Sheba. Nada podía salir mal hoy.



La reunión secreta: preparando el plan maestro.

A las ocho de la mañana, Sheba ya estaba en el aula de actividades, un salón vacío que había convertido en su cuartel general improvisado. Frente a ella, una pizarra estaba cubierta con esquemas, flechas y pequeños dibujos de Kurapika rodeados de corazones. Era un despliegue exagerado, pero necesario.

Frente a ella, Gon observaba con una mezcla de asombro y entusiasmo, mientras Killua, con los brazos cruzados y una expresión de puro desinterés, apenas levantaba la vista del suelo.

—¡Muy bien, escuchen con atención! —dijo Sheba, golpeando la mesa para captar su atención. Su voz era firme, decidida. Señaló la pizarra con un plumón, como si estuviera presentando los planos de una misión de alto riesgo.

—Kurapika tiene clase de Bioquímica a las diez, en el edificio principal. —Hizo una pausa dramática, dibujando un círculo alrededor del horario escrito en la pizarra. —Justo antes de que entre, dejaré la primera pista: un sobre con un mensaje en clave.

Gon inclinó la cabeza, fascinado. —¿Mensaje en clave?

—Exacto —dijo Sheba, sonriendo con satisfacción. —Es más romántico así. Él lo encontrará y lo llevará hasta la máquina expendedora detrás del gimnasio. Allí estará la segunda pista, junto con su bebida favorita: jugo de naranja.

Dibujó otra flecha en la pizarra, como si con eso hiciera su plan aún más infalible.

—Y luego —continuó, llevando una mano a su pecho como si estuviera a punto de recitar poesía—, la última pista lo guiará al gimnasio, donde lo estarán esperando los chocolates y mi carta de confesión. Ahí, él leerá mis sentimientos y... —hizo un gesto teatral con las manos, cerrando los ojos— el resto será historia.

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⏰ Última actualización: Feb 15 ⏰

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