Capitulo 4

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GIORGIA

Flamenco y bachata (Daviles de Novelda)

10 de agosto

Tras ver a toda la plantilla del barça a regañadientes gracias a Ferran, vuelvo con Sira al palco, y me di doy cuenta de que Gabi ya ha llegado.

–¿Dónde estabas? – pregunta.

–Tu amigo Ferran, he ido con el abajo.

–Uuu – dice ella picara –. ¿Alguno era guapo?

– Gabi – grito.

–¿Qué? Todos ahí son guapos.

–No vayamos a negarlo – agrega Sira –. Ferran, Pedri, Nico, Ansu, Eric... todos guapos. Y que me dices de Gavi. Además, tiene tu edad.

Ahí comienza una conversación entre Gabriella y Sira sobre lo guapo que es Gavi. Y, lo peor, que no callan sobre el tema hasta que los chicos no salen a calentar. Pero solo dura los segundos en los que la afición aplaude, luego vuelven al tema.

El partido acaba con victoria blaugrana. Un 3-2 a favor del equipo de Xavi. Con un gol de Memphis de penalti y otro de Pedri al final del partido. Hacia bastante tiempo que no venía al campo, pero vamos, que no creo que tarde mucho en volver. Adoro a la afición, como cantan y animan a su equipo en las buenas y en las malas. Es lo mejor.

–Ferran dice de ir a una fiesta. ¿Venís? – pregunta Sira, saliendo del palco.

Ambas asentimos y ponemos rumbo hacia la discoteca que le ha dicho el valenciano a Sira.

Entramos al lugar. Hace una calor increíble. Gabi y yo seguimos a Sira, quien está al teléfono, escuchando las indicaciones de Ferran. Llegamos al reservado y veo que esta toda la plantilla observándonos.

Entre los futbolistas, también están algunas de las parejas de estos.

Mi amigo nos hace una presentación general.

Voy a la barra y pido lo de siempre.

– Un Malibu con Piña – digo al camarero.

Puede ser algo básico, pero siempre bebo lo mismo cuando salgo con Gabi.

PABLO

La calor que hace en la discoteca no es ni normal. No es la primera vez que vamos a celebrar alguna victoria a este sitio, a las afueras de Cornellá. Por loque conozco el lugar bastante bien, paso por el pasillo donde están las puertas para entrar a los baños. Voy a la última y la abro. No sin antes asegurarme de que nadie me sigue. Me apetece estar un rato solo. Además de que todos los del reservado irán borrachos.

Llego a la azotea y suspiro. Me siento en el medio de la azotea y vuelvo a suspirar. Las vistas a parte de Barcelona son hermosas desde aquí.

Estoy un buen rato mirando al horizonte y pensando en el partido de hoy, cuando oigo la puerta abrirse. Me giro para ver quien es.

– Oh – dice Giorgia, quien esta claramente sonrosada. Parece que va algo borracha –. Buscaba el baño, pero ya veo que aquí no está.

Asiento y ella se sienta a mi lado.

–Qué bonito – dice, mirando a los edificios lejanos.

Asiento y recorro parte de su cuerpo con la mirada. Ya no lleva la camiseta morada que le hemos firmado en el vestuario, sino que la ha sustituido por un top negro ceñido. Tiene las orejas con varios piercings y un tatuaje en el cuello de una rosa sin color. Tiene un collar dorado de un corazón. Bajo la mirada hacia sus manos, en las cuales lleva varios anillos.

–Pablo – dice llamando mi atención.

Es de las primeras personas que no se dirigen a mi como Gavi.

–Si?

–Porque la gente te llama Gavi y no por tu nombre? Pablo. Es precioso.

–No sé. Solo surgió y ya. ¿Quieres jugar a las preguntas? – preguntó. Quiero conocerla mejor y este es el juego perfecto.

Asiente.

–Tu acento no es de aquí – dice ella.

–Soy de Sevilla. Aunque me vine aquí cuando era más pequeño. Tu nombre no es de aquí tampoco.

–Mi familia es de Milán. Mi tío y mi abuela llevan muchos años aquí, nosotros como siete u ocho. Vinimos cuando – dice, pero se corta, como si no quisiese acabar la frase.

–No hace falta que me lo cuentes. Entiendo que es privado – digo, para que no se sienta presionada por contarme nada familiar que ella no quiera contarme.

Seguimos charlando y voy descubriendo cosas y gustos de Gigi. Así es como me ha pedido que la llame.

– Sigo sin entenderlo. ¿Como puede gustarte el helado de menta? ¿Si es pasta de dientes? – pregunta, indignada.

–Tu le pones cebolla a la tortilla – contraataco.

Ella pone cara ofendida y se ríe, tapándose la boca con la mano. La observo, mientras me contagia su risa y ambos acabamos riéndonos a mas no poder.

–¿Qué hora es? – pregunto.

Ella saca su móvil del bolsillo del pantalón negro corto que lleva y lo desbloquea.

–Las cinco de la mañana.

–¿Quieres ir a ver el amanecer? 

ANGELO | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora