CAPITULO 4

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Me miré al espejo mientras veía desde el reflejo como Linda y Megan no me quitaban los ojos de encima.
-¿Vas a hacerlo?-preguntó Linda.
Me eché mi melena dorada hacia atrás y me peiné con los dedos el flequillo con nerviosismo.
¿Iba a hacerlo?
-Hay miles de Roth en toda Inglaterra-Megan se sentó en la cama agarrando entre sus manos al pequeño cachorro- será imposible encontrarlo.
Me di la vuelta para mirarla arqueando una ceja.
-Puede ser un violador, un asesino o un psicopata-comentó Linda.
-Chicas, de todos esos miles de Roth que hay solo hemos encontrado cuatro con veinticionco años- me pasé las manos por mis vaqueros e intenté esbozar una sonrisa intentando quitarme las ideas de la cabeza que estaba encargandose Linda de meterme- le buscaremos, pediré perdón y volveremos a casa antes de que nadie se de cuenta.
Las dos me miraron poco convencidas.
-Mi padre está en el despacho- volví a mirarme al espejo y tras arrugar los labios me recogí media melena en una coleta- ni se dará cuenta de que no estoy.
-Al menos deberíamos llamar a Luca por si ese chico resulta ser un asesino o algo así- Linda caminó hacia mí e imitándome se recogió la mitad de su corta melena castaña en una coleta- así tendríamos a alguien que nos defendiera.
-¿Luca?-pregunté esbozando una sonrisa - pensé que solo sería un rollo de una noche.
Linda me miró con cara de pocos amigos y volvió a centrar su mirada en su reflejo.
-Te seguiremos a donde quiera que nos lleve tu locura siempre y cuando Luca nos acompañe.
La miré desganada y asentí sabiendo en el fondo que tenía razón.
-Llamale..-susurré.
-Eso haré-terminó de pintarse los labios de un intenso color rojizo y corrió hacia su bolso.
Estaba apunto de ver al chico que habia atropellado y el miedo me hacia temblar sin poder evitarlo.
¿Y si al final decidía denunciarme? ¿Y si me metía en algun lío más?
-De los cuatro Roth que hemos encontrado solo tenemos la dirección de dos de ellos-Megan dejó al cachorro en el suelo- ¿y si no es ninguno de ellos?
-Tengo que intentarlo..-susurré.
-Amore- Lina corrió hacia la ventana- ho bisogno di te.
Miré a Megan y solté una carcajada sin poder evitarlo.
-¿Bisog...qué?
Linda se giró molesta y me sacó su dedo corazón dandome de nuevo la espalda.
-Déjala- sonrió Megan intentando ocultar sus ganas de soltar una carcajada- tendremos que ver esta vez cuanto le dura este.
-Vale- Linda terminó la llamada con una amplia sonrisa en el rostro- a las once en frente del restaurante Pétrus.
-Deberíamos entonces salir ya-dije abriendo la puerta de mi habitación y asomando la cabeza.
El pasillo estaba completamente desierto, pero cuando salí por completo un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Corría el riesgo de que mi padre me pillara en medio del pasillo, o que cualquiera de nuestros empleados me viera correr a hurtadillas por la casa para ir a contarle todo. ¿Qué le diría entonces?
-Yo primero- Megan me adelantó caminando de puntillas hacia las escaleras.
La seguimos apresuradamente, pero frenamos nuestros pasos cuando escuchamos la voz de Alfred en el piso de abajo.
Las tres con rapidez nos agachamos y cuando despareció por el pasillo que llevaba a la cocina, nos pusimos de pie y corrimos bajando las escaleras a grandes zancadas hacia la entrada.
-¿Ha donde vais?
Nos quedamos quietas sin poder mover ni un musculo de nuestro cuerpo cuando el hijo de la cocinera Margaret que tenía dieciocho años al igual que nosotras caminó hacia donde nos encontrabamos con las manos metidas en los bolsillos y una ligera sonrisa en el rostro.
-Tenemos cosas que hacer-dije.
Él ignorandome desvió la vista hacia Megan buscando que ella también le mirara.
-No dirás nada, ¿verdad?
Linda caminó hacia él y tiró de su brazo llamando su atención.
-Ni se te ocurra decir nada- le amenazó.
Erick estiró el brazo y extendió la palma de su mano mirandome fijamente.
-Y esta vez estirate un poco más que estoy ahorrando para invitar a una chica a cenar.
Puse los ojos en blanco y abrí mi bolso con enfado. ¿Cuanto tiempo iba a seguir chantajeada por él?
Su madre llevaba con nosotros veinte años y mi padre ni se plantearia echarla, pero... a veces y solo a veces me encantaría deshacerme de su hijo.
Abrí mi monedero y saqué un billete de cincuenta libras que no tardé en darle de mala gana.
-Id con dios-sonrió mirando el billete con atención mientras con la otra mano nos persignaba a las tres.
Abrimos la puerta que conducía hacia el exterior y corrimos lo más rapido que pudimos hasta llegar a la gran puerta metálica.
-¿Estás segura de esto?-preguntó Linda por última vez.
-Estoy segura-contesté abriendo la puerta.

LA FINA LÍNEA QUE NOS SEPARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora