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Isabela no era perfecta.

Y nunca lo fue. Tal vez supo todas las reglas de etiqueta, tuvo la mejor postura, su cabello siempre peinado perfectamente y los mejores modales, pero después de todo, no era perfecta.

Isa lo sabía, pero decidía alejar esos pensamientos y seguir viviendo esa vida falsa, pensando en que no había otra opción.

Ella se estaba dejando llevar por lo que quería su abuela, obedeciendo en todo lo que decía, si Alma odiaba a alguien, Isabela lo odiaría también. Cumplía todos los caprichos de aquella anciana sólo por el miedo a ser negada.

Ya ni siquiera le dirigía palabra a Mirabel, solo por el repudio que tenía Alma hacia la Madrigal sin don.

‐¿Puedes creerlo..? - Dolores e Isa se encontraban en la habitación de la última nombrada, Dolores mordía su labio inferior mientras miraba a la niña de las flores con preocupación.

-¿Creer qué? - cuestionó Isabela, con su típica sonrisa perfecta dibujada en sus labios.

-No le hablas a tu propia hermana sólo porque abuela le tiene un odio injustificado, y haz vivido una mentira durante años para complacerla a ella - habló entre murmuros, agachando su cabeza mientras jugaba con sus dedos.

Isa apretó sus labios y cerró sus ojos por un par de segundos, soltó un pesado suspiro y esbozó una pequeña sonrisa.

-No lo hago sólo para complacer a abuela - Dolores la miró con una ceja alzada -. Si no soy perfecta, no soy nadie. Todos me conocen por ser la perfecta Isabela. Si cambiara, decepcionaría a los pueblerinos...Estoy satisfecha siendo quien soy.

-Pero no feliz - continuó la chica de falda roja - Isa, tienes 17, tienes derecho a darle un pare a las acciones de Alma.

-Es sólo que...- la joven negó con la cabeza y suspiró - no quiero terminar como Bruno o Mirabel; rechazados.

Dolores frunció el ceño y se pasó una mano por su cabello, recordando lo mucho que sufrió cuando era una pequeña niña y su tío favorito había desaparecido de un día para otro.

-Mirabel no se deja influenciar por nada ni por nadie - se quitó una flor de su falda - Bueno, es tú decisión, creo haber escuchado a mamá con una nube - dijo, retirándose del lugar

Isabela se quedó pensando en silencio, ya se le había pasado por la mente anteriormente darle la cara a Alma, pero de sólo imaginarse lo que diría o reaccionaría le daba un escalofrio, no sería capaz de desobedecerla.

Sentía que estaba sola en el mundo, que nadie le iba a poder ayudar de ninguna manera y que estaba obligada a ser alguien que no era.

Imperfect - Isabela Madrigal ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora