20

114 12 4
                                    

Una noche de un día común, Isabela caminó hacia su habitación, se acostó en su cama y se cubrió con una manta. Cerró sus ojos y en cuestión de segundos cayó en los brazos de Morfeo.

•••

Abrió sus ojos de golpe, no sabía que la había despertado pero se despertó con toda la adrenalina posible, se levantó de su cama y miró alrededor, su habitación estaba...Diferente, ya no estaban sus dibujos, ni sus cactus y flores tropicales, su habitación era la anterior; ese cuarto lleno de flores rosas pasteles que tanto le molestaba, no entendía que había pasado.

Salió confundida de la habitación a preguntarle a sus primos —que también habían tenido remodelaciones en sus cuartos— si les había sucedido lo mismo.

Abrió la puerta y caminó por los pasillos, no había ni un alma, ni ningún sonido, el silencio inundaba aquella casa. Algo extremadamente raro, pues la mayoría ya deberían de estar despiertos a esa hora.

-¿M-mamá? ¿Tía Pepa, tío Félix? ¿¡Mirabel!? -caminaba por los alrededores en busca de al menos alguien.

Entró a las habitaciones y nada, no había nadie, suspiró y se dirigió rendida a su habitación, probablemente solo era un estúpido sueño.

Giró la manija y entró, sin embargo su habitación ya no estaba, solo había un gran espacio negro, no sabía dónde terminaba, pero solo era oscuridad.

La puerta se cerró detrás de ella, Isa, asustada, trató de abrirla pero no pudo, soltó un gran quejido de frustración.

-Te estaba esperando.

Alguien caminaba hacia ella a pasos ligeros y airosos, no podía distinguir quién era pero su voz era...muy parecida a la de ella.

"Debes de estar loca, Isabela, loca" se dijo a si misma mientras miraba con miedo a aquella silueta que se desplazaba hacia ella.

La silueta negra comenzó a cobrar color a medida que se acercaba más y finalmente se vio a ella misma, pero no era ella, era su versión "perfecta", ese disfraz que había usado por tantos años.

"La otra Isabela" tomó con su mano el mentón de la chica, examinó minuciosamente cada detalle de su rostro con una sonrisa malévola, luego la soltó y caminó a su alrededor.

-Mirate, tan aterrada, en cierto modo es divertido ver como te encoges a quien, después de todo, fuiste toda tu vida -habló.

-¡Alejate, sé que sólo es un sueño! -exclamó la muchacha.

-No me tengas miedo, Isa -se colocó delante suyo- sólo soy la máscara que has usado toooodos esos años solamente para ocultar tus imperfecciones, para que nadie sepa que la perfecta Isabela también tiene sentimientos.

>>¿Sabes? Si hubieses tenido la mínima valentía que tiene Mirabel podrías haber escapado de esa vida mucho antes, pero eres como una cría de pollo sin su madre; asustada y sin valor, no puedes hacer nada por ti misma. Mirabel fue quien unió a la familia, Mirabel fue quien te ayudó a autodescubrirte, Mirabel fue quien te salvó de esa tortura agonizante, ¡A pesar de que la trataste como basura todo el tiempo! ¿No te da vergüenza, princesita?

Intentó abrir la puerta nuevamente pero no podía, estaba encerrada con ella misma y lo único que podía hacer al respecto era enfrentarse a ella.

-¡Ya basta, cometí errores pero eso no significa que pueda arreglarlos!

-La princesita está enojada~ -se burló su versión perfecta.

-¡Tú eres la única princesita, yo ya cambié!

-Deberías tener remordimiento por todo el daño que causaste.

Su voz hizo eco y rebotó por sus oídos una y otra vez, su otra versión desapareció, pero seguía hablando, como si estuviese en su mente.

-Todos querían ser como tú solo por la aceptación de la abuela, le desagradabas a todos, y tú no hiciste nada al respecto sólo por el miedo al rechazo -comentó.

De pronto su ropa se transformó en el vestido que usaba antes, había vuelto a ser perfecta.

-¡Mira, observa todo lo que les hiciste! -volteó a ver y visualizó a Mirabel llorando mientras abrazaba una almohada.

-¿Por qué no puedo ser perfecta? -murmuró entre llanto.

Isa corrió hacia ella pero Mirabel se esfumó, atrás suyo estaba Camilo pasando sus dedos por un espejo roto.

-Isa, a ti todos te adoran por ser tú, por ser la más perfecta, ¿por qué a mí solo me aceptan cuando soy alguien más? -sollozó el chico frente al espejo, luego también desapareció.

Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas.

-Quizá tú hayas cambiado, Isabela, quizá tu vida haya mejorado, pero el daño que les hiciste no desapareció...



Imperfect - Isabela Madrigal ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora