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Alma Madrigal, una mujer llena de dolor y melancolía por lo ocurrido con su esposo, vio la similitud entre ella e Isabela, entonces le dio a su nieta la vida que ella hubiera querido, una vida perfecta. Lo que la matriarca no sabía es que lo único que lograba era crear frustración en Isa, teniendo esta que cumplir expectativas irreales, y desde muy corta edad tuvo que vivir encadenada viviendo lo que su abuela hubiera deseado.

Isa, por su parte, nunca alegó ni quejó, sólo cumplió con todo lo que abuela le pedía -lo cual era mucho- además de hacer todo lo posible por complacer a los pueblerinos, ellos le pedían coronas de flores sólo para placer propio, pedían decoraciones para su hogar y esperaban que la Madrigal estuviera disponible a todas horas.

—Isa, ponme unos lirios blancos aquí en el balcón.

—Isabela, dame un ramo de flores rojas para mi novia.

—Ay, yo quería un tono de rojo más oscuro... Hazme otro.

<<¡Yo tengo que tener los mejores modales todo el tiempo! ¡Y ellos ni siquiera se molestan en decir "por favor"!.>>

•••

—Mantente derecha, y la cabeza arriba — Alma le enseñaba "modales" a Isabela, cuando ésta tenía 9 años.

¡Recuerda mantener tú sonrisa! — Exclamó.

—¿Así está bien? — preguntó la pequeña.

—Perfecto — sonrió la mayor.

La niña de nueve años recién cumplidos estaba confundida; ¿por qué le enseñaban eso a ella y no a sus primos y hermanas? ¿Por qué a los demás les exigían menos?.

Ella veía como su prima Dolores parecía no tener exigencias por parte de la abuela, lo mismo con sus hermanas. Pero sin embargo a la vez sentía que no se podía quejar, su don era mucho mejor que por ejemplo, el de su tía o su prima, no se imaginaba tener que reservar sus emociones todo el tiempo, y menos escuchar absolutamente todo sin control alguno.

Desde pequeña Isa supo que era la favorita de la abuela, era fácil de notar, incluso alguien que hubiera ido de visita dos días a la casa Madrigal lo hubiera notado, era obvio; abuela le prestaba suma atención a todo lo que decía o hacía Isa. Si cometía un error, Alma se aseguraría de que no se vuelva a repetir, siempre le recordaba mantener su sonrisa en labios a pesar de todo, la pequeña de nueve pensaba que eso sería temporal, que cuando su hermana Mirabel obtuviera su don las cosas cambiarían.

A la vez, la niña sentía que su don era el más inservible, su prima servía de mensajera, su mamá curaba a todos, su tía podía hacer los cultivos crecer con su lluvia, y su hermana podía cargar con todo. Entonces, ¿Por qué ella tenía que ser la perfección de pie?.

Imperfect - Isabela Madrigal ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora