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La reconstrucción de la Casa Madrigal había comenzado, el tío Bruno estaba de vuelta, abuela había prometido cambiar su actitud, Mirabel e Isa se llevaban bien y ahora Isabela era libre de la condena de ser perfecta, un gran alivio para ella. Todo parecía ir sobre ruedas.

-¿Cuánta agua tengo que echarle a estas plantas? -cuestionó Mirabel observando una maceta con tierra y unos tallos a medio crecer.

-Ni idea -admitió Isabela alzándose de hombros.

La de lentes verdes tomó la regadera y echó la cantidad justa de agua.

-Creo que eso estará bien -sonrió satisfecha de si misma, dejando la regadera a un costado y colocando sus manos en sus caderas.

Isabela rió, pero, de pronto, sintió una mano posarse en su hombro, volteó a ver y vio a su abuela, se veía arrepentida, apagada. Las dos se miraron en silencio por un corto plazo de tiempo hasta que la mayor decidió hablar.

-¿Puedes...acompañarme, un momento? -preguntó la vieja, haciendo claros esfuerzos por tener un tono de voz amable.

-... Sí, claro abuela -tragó saliva, no sabía que esperar.

Alma sonrió y caminó hacia una banca en el pueblo mientras la joven la seguía a paso lento, pensando en que podría hacer o decir su abuela. Esta se sentó en la banca y ella hizo lo mismo.

-Abuela...¿Qué pasó, por qué me trajiste aquí? -Preguntó la de cabello negro, mirando a la mujer.

-Quería...disculparme, sinceramente, contigo -empezó, mirando hacia el frente- …fui tan egoísta, contigo, con tu tío, con Mirabel, y con todos -su voz se quebró un tanto- cuando tu abuelo Pedro falleció, tenía tanto miedo, no soportaba la idea de perder a alguien más, me aterraba de tan solo pensarlo.

>>Pensé que si nuestra familia era lo suficientemente fuerte, si trabajabamos lo suficientemente duro, los mantendría a salvo. Pero ahora me doy cuenta de que mi querido Pedro estaría tan decepcionado de mi...Porque si de alguien deseó que lo entendiera, ese alguien era yo. Y estoy tan arrepentida y lo siento tanto...

Isabela la observó con compasión y posó su mano sobre la de ella, unas lágrimas salieron de los ojos de Alma mientras agachaba su cabeza.

-Abuela, te entiendo, no tienes que disculparte -le sonrió.

Ella abrazó con firmeza a su nieta y luego con sus manos tomó su rostro.

-Estoy tan orgullosa de lo que te has convertido ahora, me di cuenta que no tenías un porque aparentar ser perfecta, ¡ya eres perfecta a tu manera! -exclamó con felicidad.


Imperfect - Isabela Madrigal ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora