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-... Gracias, Isa -le sonrió Amanda mirándola a los ojos, tenía demaciadas emociones en su interior pero no sabía cómo expresarlas, así que se limitó a agradecer.

Ambas se quedaron en silencio con el reconfortante sonido del agua de la fuente meneandose, el clima de ese día era precioso, la brisa hacía que los árboles bailaran y algunas hojas caían al suelo en forma de espiral.

-Siempre me costó abrirme con la gente -comenzó a hablar la de piel oscura, siendo escuchada atentamente por Isabela- cuando era pequeña, todos los niños jugaban en grupo; los niños al fútbol y las niñas a la rayuela..

-¡Oh, sí, recuerdo eso! -intervimo Isa entre risas, recordando aquellos momentos en los que jugaba con su hermana, su prima y sus amigas.

-Sí, nunca fui parte de esos grupos, no por ser antisocial ni nada de eso pero me costaba tanto...hablar con ellos, cuando me preguntaban si quería jugar solo balbuceaba, por eso pensaban que yo era estúpida.

-Lo siento..

-"No se acerquen a Amanda, que en una de esas les contagia la tontera" "Amanda, Amanda, la que no sabe hablar" -la muchacha repetía las frases que le decían de niña, entristeciendo a la joven de cabello negro.

Ella nunca se había puesto a pensar en como lo pasaban los de su edad, pues a ella nunca la habían molestado por su don, pero no pensaba que tratarían de manera tan horrible a los demás.

-Oye, ellos no tenían nada más que hacer aparte de molestarte, no les prestes atención a esos recuerdos, son como moscas; molestosas e insoportables, pero así como puedes matar a una mosca, puedes matar a un recuerdo -dijo Isabela.

-Pero yo no quiero matar moscas, ¿qué tal si tienen familia? -Amanda hizo un puchero.

Isabela rió, a lo que Amanda también comenzó a reír.

Lo que ambas chicas desconocían en ese momento es que tenían una conexión, no, no una romántica, sino que una conexión especial, de dos personas que al ser completamente opuestas se atraían cómo imanes al metal. Ambas eran jóvenes y tenían mucho que aprender de si mismas, una era la razón y otra la alegría, una el cerebro y la otra el corazón.

Quizá, Amanda sería quien cambie la vida de Isabela de forma positiva, y quizá lo mismo ocurra en viceversa.

Imperfect - Isabela Madrigal ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora