Epílogo

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Si después de perder a mi bebé me hubieran dicho que años después estaría casada, con cuatro hijos, celebrando el primer cumpleaños del más pequeño. Te hubiese insultado, incluso té habría podido golpear, (no eran tiempos sencillos.) Pero aquí estoy y es real.

Lo qué pasa frente a mis ojos ahora mismo se reduce a mi vida.

Tuve que tomarme un momento, alejarme un poco y disfrutar la vista. Misma que no es hermosa por el mar azul y el precioso sol. Es hermosa por las personas allí. Por los gritos y carcajadas de mis niños corriendo de un lado a otro por la orilla, dejando que sus pies se humedezcan cada tanto por el agua salada, con las mejillas rosas, su piel llena de arena mientras su mascota de pelos dorados los corretea.

Por la ternura con la que mi cuñada mira a su esposa mientras le aparta cabellos rebeldes de su rostro. Por su hijo que da su mayor esfuerzo para intentar construir un castillo de arena sin que se lo arrebate el mar.

Por la tranquilidad con la que mi mejor amiga deja reposar su cabeza en el hombro de su prometido, mientras una sonrisa se forma en su rostro cuando su futura hijastra le regala una flor.

Por mi esposo, por verlo de pie, estable, alzando a nuestro hijo en sus brazos mientras limpia con delicadeza su rostro de cualquier granito de arena que pueda molestarle. Y por la sonrisa que se forma en sus labios cuando me pilla viéndole.

Es la vista perfecta, aquella soñada, donde además, al mirar al horizonte, donde el mar se junta con el cielo, donde los azules se encuentran y parece que no hubiese nada más.  Imagino a mi hija, la que nunca vi crecer. La imagino saltando de una nube a la otra, riendo, sintiéndose libre. Imagino que por un momento se detiene, fija sus ojos verdes en los míos y sonríe, sintiéndose orgullosa de mi, dejándome saber que no la necesito más, que estaré bien, que ahora tengo quien me cuide y a quien cuidar, que no debo preocuparme, porque algún día nos volveremos a encontrar, y ella me va a esperar, anhelando que la estreche entre mis brazos, que llene sus mejillas de besos como lo hago con sus hermanos. Pero que ahora quiere que sea feliz.

Mi piel empieza a sentirse caliente por el sol que me arropa, la arena se fuga entre mis dedos y mi cabello se mueve con entusiasmo mientras la brisa lo despeina. Cierro los ojos un momento y tomo una gran bocanada de aire, sintiéndome plena.

Abro los ojos de regreso y me pongo de pie, me sacudo un poco y camino de regreso con el amor de mi vida.

- Por fin regresas, ¿todo bien?. - Pregunta mientras come un trozo de manzana que prepare esta mañana para Theo.

- Mejor que nunca, ¿ustedes?.

Fijo mis vista un momento a mi bebé, su ceño está fruncido sobre sus extenuantes ojos azules, en su cabello rubio aún hay algunos granitos de arena, apenas lleva puesto su pañal y extiende sus brazos hacia mi mientras musita "mamá".

- Creo que le creé un nuevo trauma, pero, todo bien.

Tomo a mi pequeño en mis brazos y beso su mejilla mientras él se recuesta en mi hombro sintiéndose a salvo.

- Explícate, cariño.

- Le estaba ayudando a caminar, sosteniendo sus manos, como siempre, en un momento las solté y se quedó de pie. Pensé que por fin daría un paso cuando perdió el equilibrio y básicamente se fue de cara contra la arena.

- Thomas...

- Pero está todo bien, lo rescaté de inmediato, no hubo ni una lágrima, Theo es valiente como su madre.

Deposita un húmedo beso en mis labios que no puedo negar.

- Eso me hace recordar que ayer mientras estaba de turno entró una niña con sus padres, ellos estaban como locos, jamás vi dos hombres más nerviosos. Pues la pequeña en un descuido de 5 segundos se comió un puñado de arena de su patio.

Hold MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora