17: Verdades.

2.3K 342 488
                                        

N/A: Aquí hay más!!! Aprovecharme mientras estoy de vacaciones y me sobra el tiempo. Wiiii

******************************

Cállate, Mimic. Déjame de decirme que ir a la oficina con el traje verde que a él tanto le gusta es una provocación. No, no es de facilón. Tirarme a mi jefe es... una necesidad. Está tremendo, soy soltero y casi virgen. Bueeeeno vale, pero ¿los ocho meses de sequía no cuentan? No me juzgues. Bastante culpable me siento llevando este traje que pide guerra. Vale, no me siento culpable en absoluto.

—¡Sal de mi cabeza! —grité al espejo.

Una compañera de trabajo me miró como si me hubiese comido un kilo de setas alucinógenas. De acuerdo, Mimic, estaba fatal de lo mío, necesitaba debatir con alguien y tú, que nunca me dices nada, resultaste la mejor opción.

Me alisé la chaqueta y caminé decidido hasta mi sitio para trabajar duro. Sí, duro contra el escritorio.

Fui llamar a su puerta, pues me moría de ganas de verlo. Me di cuenta de que había un abrigo en el perchero de la entrada, así que me detuve. Me resultó raro que Katsuki estuviera reunido, pues todas sus visitas pasaban por mí, que era su agenda. No recordaba que tuviera ninguna concertada a primera hora de la mañana.

Y entonces salió ella.

Uwabami me sonrió de manera venenosa, se giró hacia Katsuki y lo besó. Beso que él no le devolvió, frío como el hielo, pero beso al fin y al cabo.

Me quería morir. Sabía que tenía novia, pero tenía que restregármela en la oficina después de haberme enviado esos mensajes? ¿Me había hecho tener falsas esperanzas o era solo yo, que no aprendía?

—Hola, Izuku. Que traje tan bonito —dijo la muy putx.

En aquel momento sentí ganas de estrangularla. Vale que había sido yo quien se había acostado con su novio, pero de todos modos me sentí engañado. Y furioso. Después reparé en el cabrón de Katsuki, detrás de ella con expresión sería. Ni un pelín culpable. Serio. Indiferente ante mí sufrimiento.

Fantaseé con tirarle la grapadora a la frente, a ver si así se le quitaban  las ganas de arrancarme la ropa y enviarme mensajitos.

Nuestras miradas se cruzaron, pero yo la esquivé. Katsuki fue hacia el perchero y ayudó a Uwabami a ponerse el abrigo.

—Adiós, Izuku. —murmuró Uwabami con desagrado.

—Adiós.

Ella se marchó sin más, pero a mí su visita se me atragantó. Retrocedí de inmediato cuando Katsuki intentó acercarse a mí. Él asintió con la cabeza y tenía una expresión de enfado. Encima se daba aires de prepotencia.

—Te has puesto el traje verde. —observó complacido.

—Vete al diablo.

Fui a sentarme a mi sitio, pero él me agarró del brazo y me detuvo. Acercó su cara a escasos centímetros d ela mía y susurró con voz tensa:

—¿Se puede saber qué te pasa?

Señalé la puerta por la que había salido su novia.

—Eso es lo que me pasa. —me zafé, a punto de echarme a llorar.

"No, Izuku, por favor. No llores otra vez. Lo hiciste con Hitoshi y fue de lo más patetico".

—Ya veo que seas tus propias conclusiones. —dijo irritado.

—Siento molestarte con mi estúpido ataque de celos, pero se llama dignidad. Al menos podrías tener la decencia de no restregármela en las narices. ¿O es pedir demasiado?

My Boss? No!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora