28: Cambios.

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Cuatro semanas en Busan.

He dicho que sí. Me siento esperanzado y decepcionado conmigo mismo, pero he dicho que sí. Rumi me estuvo atosigando con llamadas toda una semana hasta que consiguió un sí.

Aún no se lo he contado a nadie. Voy a publicar con seudónimo, así nadie tiene por qué saber que soy yo.

Abrazo a Mimic contra mi pecho. Por fin lo tengo conmigo, Rumi me lo devolvió con mensajería urgente cuando firmé el contrato. El libro se publica en unas semanas. Mis secretos más preciados a la vista de todo el mundo. Si es o no la decisión correcta, solo el tiempo lo dirá.









Querido Mimic:

La distancia no siempre es el olvido. El tiempo, espero que sí lo sea.

Menos mal que te tengo aquí, de nuevo. Se que quieres saber lo que ha sido de mi vida, te conozco. Eres un cotilla que no hace preguntas. El libro se ha publicado, yo sigo en Busan y la vida vuelve a su cauce. Excepto por un par de detallitos que voy a contarte...

El primer día que tuve el libro en mis manos, o sea, a ti pero más elegante, lamento tener que decírtelo, me eché a llorar porque intuía que no iba a traer nada bueno. Acaricié la tapa suave y de color verde pistacho. Me gustaba el dibujo de la portada, el chico que aparecía arrinconado por su jefe en la portada. Era yo, el Izuku que había trabajado para Katsuki sin imaginarse las consecuencias.

No le conté nada a Denki ni a mamá, pues tenía la esperanza de que no leyeran la historia. Entre todas las novedades literarias ¿por qué iban a fijarse en la mía?

Hasta que se convirtió en un fenómeno literario ¿Te lo puedes creer, Mimic? ¡Eres famoso!

Cuando al cabo de dos semanas mi editora me llamó para darme la noticia que se había agotado la primera edición de ¿Mi jefe? ¡No!, lo habían titulado así, no daba crédito. Lo promocionaban como el diario secreto de un chico que se enamoraba perdidamente de su jefe. Una historia basada en hechos reales.

¿Quién era Izumi? Izumi era Izuku, pero nadie lo sabía

¿Quién era Kentaro? Kentaro era Katsuki, pero yo rezaba para que nadie encontrara similitudes.

Y Yuga se llamaba Yayoi. Denki era Deiji. Y mamá era mamá. Shokko era Kiroii. El nombre de la empresa jamás se revelaba. Un puzle de piezas que todo el mundo quería hacer encajar.

A la tercera semana llegó la primera llamada.

-¡Izu, no me jodas! -exclamó un cabreado Denki.

-¿Qué, qué pasa?

-Deiji ¿en serio? ¡Es nombre de flor! al menos podrían haber tenido la decencia de llamarme Ryu y a Koko, Taro.

En el fondo, mamá y Denki se lo creían tan poco como yo. Mi editora estaba encantada con mi anonimato. Según ella, aquello le daba publicidad al libro.

-¿Cuándo vuelves a casa, cariño? -insistió mi madre.

-Cuando las aguas se calmen, mamá. No quiero que nadie empiece a encontrar similitudes.

-Entonces no deberías haberlo publicado. Hijo ¿de verdad te lo tiraste en la oficina?

Lo peor de revelar mis secretos no era que los leyeran un montón de desconocidos, sino que lo hicieran aquellas personas que me conocían y podían juzgarme.

Yuga fue más amable, nótese la ironía. En vez de llamarme se limitó a enviarme un mensaje.

¡Serás guarro! ¡Sabía que eras tú! No lo puedo creeeeeeeer. ¿Con el señor Bakugo? Pero ¡Serás zorrón! ¡Qué calladito te lo tenías, mosquita muerta!

My Boss? No!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora