30: Mi Pasado.

2.1K 323 398
                                    

Sé que no tengo ningún derecho a pedirte que me escuches, pero tengo la esperanza de que leas esta carta. Si aún te lo estás pensando, no la rompas, Deku. Me pediste muchas veces que te hablara de mi pasado, pero tenía miedo y no era capaz. Ni siquiera sabía por dónde empezar. ¿Me juzgarías? ¿Te daría pena?

Llegaste a mi vida cuando aún no estaba preparado. Esa es la verdad más importante. Era una persona amargada que nunca tenía ganas de nada. Vivía por y para trabajar porque necesitaba tener la mente ocupada. No tenía ganas de vivir, Deku. Sé que no sabes lo que es eso porque tú rebosas vitalidad. Eres alegre, divertido, encantador. Eres todo lo que a mí me faltaba. Te veía y no sabía si adorarte u odiarte. ¿Por qué siempre sonreías por las cosas más tontas? ¿Por qué yo, el gilipollas amargado, a veces me sorprendía mirándote y sonriendo?

Todos creen que mi vida ha sido fácil. En realidad, no puedo culparlos. El dinero nunca ha sido un problema. Estudié en los mejores colegios privados y cuando acabé la universidad, ya tenía un trabajo con el que muchos soñarían. La otra realidad, la que yo vivía y pocos conocían, distaba mucho de ser idílica.

Me crié en una familia frívola y manipuladora donde si no cumplías las expectativas, eras una enorme decepción de la que había que olvidarse. No voy a engañarte, Deku. Durante muchos años fui como ellos. Me moldearon a su imagen y semejanza, ¿qué se podía esperar de mí? Otro cabrón, digno heredero de mi familia. Un cabron con mucho dinero, sin apenas obligaciones, que hacía lo que le daba la gana y se permitía todos los caprichos del mundo. A los veintiún años sentía que el mundo estaba hecho para mi uso y disfrute. "Toma lo que quieras, los demás están aquí para servirte". Ese era el lema de mi familia.

Te he dicho ya lo que sucedía con aquellos que no encajaban en los planes de mis padres. Mi hermano, por desgracia, nunca fue uno de nosotros. Marin que por aquel entonces era demasiado pequeña para recordarlo. Él era mi gemelo, mi otra mitad. Era diferente a mí, pero con mi mismo aspecto.

Mi padre lo llamaba "maricón", así de simple. A los dieciocho años, no pudo más y me reveló su orientación. A mí no me sorprendió, pues lo conocía mejor que nadie. Y él a mí. Era la voz de la conciencia a la que nunca escuchaba. La cara amable de mi familia. El amor más sincero. Al que quería con toda mi alma. Para mis padres sería un maricón, pero para mí era mi hermano y punto.

Mi padre no solo lo odiaba por su orientación, sino por ser todo lo contrario a lo que mi familia representaba. Él estudio Bellas Artes, ¡Vaya crimen!. Además de tener la osadía de ser gay, quería ser pintor.

A los veinte años mi padre lo echó de casa ¿Pintor y de izquierdas? Pues a la puta calle. Le rogué a mi padre que le permitiera volver, pues no tenía donde caerse muerto. La respuesta de mi padre fue tajante: "También te echaré a ti si te pones tonto".

Mi madre no decía nada. ¿Que mi padre echaba a uno de sus hijos de casa? Tenía dos más.

Comencé a ayudar económicamente a mi hermano sin que mis padres lo supieran. Una parte de mí deseaba encajar en mi familia. La otra los odiaba con toda el alma. Me esforzaba por creer que había nacido para ser uno de ellos. Tenía que serlo.

La Navidad que teníamos veintiún años lo llevé a casa a pasar la Nochebuena. Estaba decidido a plantarle cara a mi familia. O lo admitían o yo también me largaba. No estaba dispuesto a seguir viendo a mi hermano a escondidas, como si tuviera que estar avergonzado de él.

My Boss? No!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora