25: Cuéntame.

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Querido Mimic:

Las cosas volvieron a la normalidad, más o menos. Al cabo de unos días Katsuki se olvidó de las palabras que me había dicho y yo quise creer que las había pronunciado llevado por el estado de ánimo. Pero no podía engañarme a mí mismo. Vivíamos en una calma frágil que me tenía siempre alerta.

En la agencia, los dos disfrutábamos de nuestro juego de seducción sin que nadie sospechara nada.

Exprimíamos al máximo el tiempo libre. A veces me quedaba a dormir en su casa porque él me lo pedía. Me sentía casi ligado con él. Y digo casi, porque sabía que algo se nos escapaba. No era del todo sincero conmigo. Lo notaba en sus silencios, en la forma que tenía de mirar.

Por eso no me extrañó encontrarme con Marin aquella mañana. Sabía que no era un encuentro casual. Se había enterado dónde vivía y me había esperado en la puerta para poder hablar conmigo. Debía pensar que si su hermano la evitaba, conmigo le sería más fácil.

-Sé lo que pretendes -le dije acelerando el paso.

-No, no lo sabes -me agarró del brazo para detenerme.

-Déjame en paz. Voy a llegar tarde a trabajar.

-Seguro que tu jefe no te echa la bronca -respondió con ironía.

La fulminé con la mirada.

-Lo siento. No quería decir eso. Tampoco lo que dije aquel día. Sé de sobra que mi hermano no es esa clase de hombre... -suspiró- No sé qué hacer para que me escuche. He pensado que tú... a lo mejor...

-No. No sé que es lo que os pasa, pero yo no voy a meterme. No me ha contado nada sobre su pasado o su familia, así que no pienso hacer de mediador de algo que no conozco.

-¿Y no te has preguntado por qué no quiere contarte nada?

Muchas, muchísimas veces. Pero ¿qué podía hacer si él no se sinceraba conmigo?

-Mi padre se está muriendo.

-¡Basta! Es Katsuki quien debe contármelo, no tú.

-Si no es por él, dile que lo haga por mí. Pídele que vaya a verlo, te lo suplico.

El padre de Katsuki se moría y él se negaba a verlo por una razón que yo no comprendía. Algo grave debía de suceder en aquella familia.

-Lo siento, no puedo hacerlo.

-¡Izuku!

Me alejé a paso veloz. Lo último que necesitaba era aquel secreto interponiéndose entre los dos. Pero había visto la desesperación de Marin y el runrun de mi conciencia apenas me dejaba respirar. Tenía la sensación de que tomara la decisión que tomase, siempre sería la equivocada.



Si el encontronazo con Marin era algo que me esperaba, he de admitir que ver a Uwabami en el despacho de Katsuki me pilló desprevenido. Me senté en mi sitio. Doce putas llamadas y ahora esto.

¿Qué buscaba esa mujer? ¿Por qué no lo dejaba en paz?

No estaba preparado para que mi calma frágil se rompiera aquel día. Así que respiré hondo, encendí el ordenador y me prometí no perder los nervios. Cuando la vi salir, no pude evitar mirar a Katsuki. Parecía tan incómodo como yo.

-¡Hola, Izuku! -me saludó Uwabami tan falsa como siempre.

-Hola.

-Humm... -comprobó el reloj de su muñeca e hizo un mohin-. Cuando me haga dueña de todo esto, no toleraré que llegues cinco minutos tarde, que te queda claro.

My Boss? No!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora