LEUN COREL
El riachuelo que cruza la tierra a medio kilómetro de aquí se me hace estresante. Es un buen sitio, pero la rabia y el estrés que me cargo hacen que lo encuentre todo mal. Claro que los cinco pares de ojos que me vigilan tampoco me hacen gracia.
Dos hombres a mi derecha, de pie en la pared del fondo. Dos más sentados, uno en cada rincón, en diagonal a la silla en la me siembro. Detrás de mí hay uno vigilando la puerta por la que entré, y en la segunda, frente a mi vista, está otra que será abierta en cualquier instante.
Resoplo, pisando con mis codos la mesa en la que me mandaron a esperar. Cada sujeto en este salón debe poseer dos o tres armas que podrían matarme como a una cucaracha. Nada me garantiza que salga vivo, sin embargo, confío porque es lo único que me queda.
Un rugido de motor aumenta su volumen desde lejos, como una estampida acercándose hacia nosotros. Por el sonido ya imagino la clase de auto que viene cruzando el barro que rodea a esta mansión fantasma, donde el lujo se convirtió en antigüedad. Respiro profundo, mirando sin querer hacia la pintura del techo, su imagen me perturba: San Miguel Arcángel pisando la cabeza del diablo. Me acomodo. Nadie a mi alrededor pestañea con tal de vigilarme. No encuentro respuesta a la duda de dónde habrán sacado a estos tipos, todos más feos que la mierda y cada cual peor al anterior.
Ninguno se mueve tampoco cuando llega por fin el hombre que vienen a cuidar de mí. Llama la atención que ni uno de ellos se le asemeje en tamaño y corpulencia, otra razón más para estar seguro de que los cinco tienen que estar armados hasta los dientes, igual que los dos que vienen detrás de él.
El anfitrión camina y solo yo puedo sentir las vibraciones del suelo bajo cada pisada, ondas que se expanden por la mesa hasta tocar las fibras nerviosas de mis codos. Este tipo tiene que medir más de dos metros. Ha de sentirse viril con ese aspecto de vikingo de guerra. Tiene manos tan grandes que con ellas fácilmente podría reventarle el cráneo a un hombre común. Es bastante joven, pero con unos ojos de extorsionador que hasta a mí me cuesta mirar. Los rumores dicen que el jefe de los cazadores es un anciano, así que no tengo clara la relación de este con él, no sé si son familia, o si es un recluta al que preparan para que algún día asuma el puesto.
—Creí que Enevra Sinnis también estaría presente— me quejo esperando que no se note mi ansiedad al descubrirme solo.
Las alianzas entre enemigos son delicadas. Incluso cuando uno de los bandos gane, haría falta ser leal para seguir cumpliendo. El problema es que la lealtad no es precisamente una virtud que se pueda decir que tienen aquellos que traicionan a los suyos, y estos pactos tienen que ser algún tipo de traición.
—No me pareció útil —se sienta en la silla vacía del otro lado —Él y yo ya tenemos nuestro propio acuerdo, no tiene que ver aquí. ¿Conseguiste la muestra?
—¿De qué acuerdo se trata?
Me da media sonrisa perniciosa, tal como si le hubiera contado un mal chiste.
—Durante años nos has dicho que no conoces la verdadera identidad del maldito líder de los engendros, ese al que ustedes llaman rey. Siempre con la misma excusa de que solo tienes acceso a los hombres que lo imitan.
—Es difícil reconocerlo...
Levanta una mano para que me calle.
—Enevra está listo para darnos la ubicación del trono. Nos ha informado sobre un asesinato masivo, donde murieron todos los miembros de la cúpula política.
No es un vampiro. No puede escuchar mi corazón, ni debería encontrar cambios en mi respiración, aun así siento que lo hace. A Enevra se le fue la lengua, dándole más de lo que he decidido contar yo desde que me reúno con los cazadores. Si también le reveló quién soy, o le contó sobre los registros obligatorios de todos en Montemagno, entonces los ochos aquí presentes saben que he mentido durante todo este tiempo.
—Dice que sabe cómo llegar al palacio. Lo único que pide, además de su propia supervivencia, es que capturemos viva a la mujer del líder y se la demos a él.
Su silla cruje cuando se arrima para apoyar los brazos en la mesa.
—Hubo algo notable en su declaración, dice estar seguro de que la dama rubí está asociada al rey diabólico.
¿No le especificó que es la zrasny, o este tipo me está tendiendo una trampa?
—¿Qué te parece? —pregunta.
—Las mujeres de los gemelos del líder son iguales a su esposa, es difícil reconocer quién es quién.
Vuelve a sonreír. Me gustaría retener el sudor de mi cara.
—Te diré lo que me parece a mí. Si lo que Enevra dice es cierto, y tú tuviste éxito en la recolección de la muestra sin haber ido al palacio, porque según tú, nunca has sabido en dónde está, quiere decir que tenemos dos posibles lugares donde encontrar al maldito.
—Tus hombres me aseguraron que el recolector era indetectable. Esa mierda hizo que la mujer se desangrara ¡Lo perdí todo!
Él vuelve a levantar la mano, esta vez hacia sus escoltas, que reaccionan a mi grito, listos para dispararme si me atrevo a más. Me recuesto en la silla.
—Lo perdí todo —repito tranquilo, negando con indignación —No puedo volver. Mi trabajo, mi vida, todo lo que construí, ya no tengo nada.
—Más razón para decirnos en dónde está la perra. ¿Trajiste la sangre contigo?
—Te la daré solo cuando me asegures que puedes protegerme del Zethee. Ahora mismo debe estarme buscando hasta debajo de las piedras. Necesito desaparecer de su alcance.
—No tendrás motivos para huir cuando él y el resto de los tuyos estén muertos.
—Si piensas que será fácil liquidarlos, no tienes ni la mitad de la astucia que creí que tenías.
—De los detalles me encargo yo. Especialmente cuando nos entregues la muestra de sangre que los equipos necesitan para terminar el trabajo.
—¡Dame protección primero!
El golpe que le da a la mesa con la palma abierta de su mano hace que la madera se parta. Tengo sentidos mucho más agudos que todos aquí y sin embargo soy el único en sobresaltarse con el ruido estrepitoso.
—Podría torturarte aquí mismo hasta que me supliques escuchar en dónde tienes la maldita muestra. Así que mi nueva oferta es permitir que sigas respirando solo si además me dices en dónde encontrar al fenómeno que nos ofreciste hace diez años. Es eso o nada. Tú decides si sales de aquí con vida.

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Aris | Libro 11
VampirÉl es macabro, sádico, y perverso. Joven primogénito del rey de los vampiros, pero sin un trono al que ascender. Aún entre las cenizas, él encuentra corona. Con el desafío de definir su propia filosofía, la descubre entre los placeres de la más dura...