Adrián León
—Bienvenido, tío. Gracias por aceptar la invitación.
Uso un tono cortés, no quiero que crea que me burlo de todo lo que pasa. Le demuestro a Diego el mismo semblante serio que él mantiene, más no su inmovilidad tan sólida, ni la brutal ferocidad de sus ojos.
—Por favor acompáñame para que conversemos como debe ser —lo invito a mis aposentos individuales —Es más privado.
Está enojado con Aevë. Por el lenguaje corporal de ella, sé que a mi prima le cuesta medir sus palabras y actitudes, correspondo a su mirada con un gesto que le haga recordar la forma en que debe comportarse, que se tranquilice. Su padre le suelta la muñeca para seguirme a mí, que ya voy andando.
Ya en mi estancia, arrastro dos sillas en torno a la mesa del centro. Diego elije un lado antes de que me siente yo.
—¿Quieres algo de beber? —pregunto— Si es sangre tendrá que ser dentro de un rato, no me gusta embotellarla, pero tampoco traigo presas aquí.
Por supuesto que quiere sangre: la mía, se le nota. Me sigue con sus pupilas, como analizando si en este momento soy o no una potencial amenaza. Ya que no responde a mi ofrecimiento, ocupo lugar yo también. Dejo ambos brazos sobre la mesa, es una posición cómoda dado el roce doloroso de mi codo contra las costillas. Si no, la postura habitual hundiría la zona todavía sensible al costado de mi estómago.
—Me parece que explicarte el por qué de todos mis actos es una buena forma de empezar...
—Y estoy seguro de que será un discurso muy bien preparado —me interrumpe —Pero no tengo el menor interés en oírlo. No estoy aquí por ti, ni pienso gastar energías haciéndote ver lo mal que estás. Lo siento por Damara, a quién nada en su vida la pudo preparar para alguien como tú.
Sus útimas palabras las encuentro ligeramente jocosas, me sacan media sonrisa, eso hace que mi tío endurezca sus ángulos faciales.
—Es el mundo el que no está preparado —opino sin humildad.
—Eres retorcido —entorna los ojos —Y te atreviste a arrastrar a Mary Angelle y a Elizabeth a tu toda tu mierda enferma. ¿Qué es lo que tratas de hacer con ellas?, ¿Qué sacas con engañar a Aevë? Sé que no te importa. Si tan solo la valoraras, no la usarías. Porque eso es lo que haces, fue lo que hiciste al enviarla en tu nombre en lugar de enfrentarme tú mismo. ¿Para qué la quieres?
—Aevë es nieta legítima de Itrandzar Voohkert, lleva la sangre de un Zethee, al igual que yo. El derecho a su apellido es verídico y natural.
—¿Piensas desposarla? —frunce el ceño.
—Los hombres no la merecen como mujer. Es demasiado para cualquiera. No me parece correcto que ella llegue a darle hijos de sangre real a nadie ajeno al trono.
—No es una decisión que te corresponda a ti.
—La alianza León Voohkert ha sido fuerte desde los años de juventud de mi padre, ahora más que nunca debemos consagrarnos como una verdadera estirpe y sacarle buen provecho.
—¿Y ella sabe que para ti no significa más que una maniobra política? Encima inútil. Cuando un Zethee muere, el apellido pierde toda categoría real.
—En las mentes y en las leyes, claro, pero en la espiritualidad no—me inclino un poco hacia adelante, más cerca de él —Tío, Aevë no necesita un título para gozar de la gloria zansvrika que lleva en la sangre. Desciende de una familia muy antigua, sus rasgos demuestran la genética que la forma. Puede desarrollar muchos talentos si recibe la guía adecuada.
—¿Y se la darás tú?
—Con tu ayuda.
Niega, frunciendo la boca.
—No comparto tus ideas religiosas.
—Pero seguro te gustaría verla feroz, poderosa, y temible. Aevë nació con el derecho de reclamarle capacidades extraordinarias a la naturaleza, son dones que le pertenecen. Ni tú ni nadie puede quitárselo. Está ungida.
Ahora relajando las comisuras de sus labios, vuelve a negar moviendo la cabeza de un lado al otro.
—Estás loco.
—Con el respeto que te mereces, tío, Aevë es una princesa zansvrika. Merece emparejarse con un vampiro de estatus, y yo...
—Tú eres un criminal.
—Los fines me darán la absolución. Todo medio está justificado, la conquista de objetivos puede exigir lo que sea. Tengo una filosofía que habría sido imposible de construir si no hubiera apartado a la corte. Nunca he planeado derrocar al Zethee, solo intento corregir lo que no está bien para nuestro bien común.
—Eres demasiado peligroso.
—¿Para quiénes?
—En general no me importa, sin embargo, estás respirando encima de mi hija, esa es una de las dos razones por las que estoy aquí. No sé de qué dependan tus ritos sacrificiales, pero después de lo que le hiciste a aquella niña, no estoy dispuesto a dejar que Aevë corra ningún riesgo.
—Elegí a Talynha como un sacrificio ceremonial —admito —Por otro lado, Mary Angelle es mi mujer.
Mis instintos se han mantenido en alerta desde que inició el encuentro. Yo sabía que algo iba a ocurrir, aunque no podía predecir el detonador exacto. Eran muchos como para apostar por uno solo. Ahora, mi tío ha hecho un movimiento eficiente, donde el dolor es lo que me da certeza de su agresión durante los primeros instantes.
Tengo dos dagas enterradas por encima de los nudillos, atrapan mis manos contra la mesa que él ha atravesado con el filo de sus armas. Mi sangre brota, forma dos líneas contínuas que se acumulan en torno a mis dedos rígidos, y que escurren hacia las palmas que mantengo ahuecadas por contracción muscular inconsciente. Justo sobre la clavícula izquierda, un ardor punzante se esparce, sucumbo a la debilidad. Es que me ha disparado algo.
Me caigo de la silla.
Espero que la vela que mandé a encargarle a mi madre se mantenga. Su luz tiene que ayudarme a sobrevivir al desahogo de Diego. Para el dolor estoy listo.
—En Montemagno me dieron el apodo de carnicero solo por el modo en el que puse a algunos en su lugar.
Diego habla caminando en torno a mí, que tengo medio cuerpo arrastrado en el suelo y la cabeza colgada de revés. Dependo de la mesa solo por las manos clavadas. La sangre escurre a lo largo de mis brazos hasta gotear a mi alrededor. Las cosquillas que me provoca son desagradables. El líquido frío me ha paralizado por completo, no me puedo mover, pero siento todo.
—Y lo hice porque no me gustó que le faltaran el respeto a Elizabeth— se acuclilla junto a mí. La punta de su zapato me roza la frente —Ni siquiera la conocía para entonces. No te mataré, Aris Delyam—saca una navaja que pone a la altura de mis ojos —Pero esto, es por meterte con mi hija.

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Aris | Libro 11
VampirÉl es macabro, sádico, y perverso. Joven primogénito del rey de los vampiros, pero sin un trono al que ascender. Aún entre las cenizas, él encuentra corona. Con el desafío de definir su propia filosofía, la descubre entre los placeres de la más dura...