Adrián León
A medida que Diego lee, yo puedo ver en sus pupilas el reflejo de cada palabra, cada línea sobre la que se pasean sus ojos:
Mi nombre es Aris Delyam, vampiro orgulloso de la raza que me forma y amante eterno de la identidad que nos define. Inspirado en el legado jurídico, político, y cultural del espíritu zansvriko, fui llamado por moral a honrar la filosofía original de nuestros ancestros, dirigiendo la caída de la corte antigua, cuyos miembros habían dejado de ejercer sus atribuciones judiciales hasta el punto de pudrir los objetivos del órgano. Esta iniciativa de extirpación ha sido señalada como crimen, pero la negligencia y la necedad pueden volver vulnerables a quiénes las leyes mantenían inmunes. No hay más noble servicio al trono que despedazar a los enemigos que atentan contra él. Mis actos no fueron cometidos por traición, sino por lealtad al gobierno zansvriko. Puestas mis intenciones al juicio del Zethee, así como de cada uno de los vampiros, aspiro merecer el derecho legal de exterminar a los destructores que deberían más bien ser débiles ante la fuerza que pone diferencia entre ellos y nosotros.
Por siglos nuestras generaciones han cometido el mismo reiterativo error, que es asimilar y fortificar el concepto de la naturaleza vampírica como un trastorno clínico, lo que no puede tomarse sino como una negación a la superioridad de la especie. Me atrevo a reconocer al sapiens como un individuo con linaje hermano, de entre quiénes pueden llegar a surgir soldados audaces que contribuyan a construir una sociedad zansvrika íntegra, sin embargo, la depredación no es más que el apogeo de la competencia evolutiva. Nuestras habilidades físicas, químicas, y fisiológicas marcan una predominancia que desde épocas antiguas estableció el principio de un declive: el fin de la era en que el humano ejerce su dominio.
Desconociendo nuestro propio valor y siguiendo patrones instintivos que no acabamos de olvidar, hemos convertido la clandestinidad en parte de nuestra cultura. El desinterés de quiénes lejos de trabajar para construir un Montemagno próspero, disfrutaron de las excentricidades del poder sin siquiera justificar sus títulos como administradores civiles, fortaleció a nuestros verdugos. Asesinos que no descansan en esta intolerable guerra eterna a la que es tiempo de ponerle límites, y prevenir futuras matanzas, innecesarias, consecuencia de la única arma contra la depredación que defiende a la obsoleta humanidad. Su sociedad está destinada a la extinción, pero no por eso puedo aceptar débilmente que nuestra sangre se derrame en manos de estos necios de naturaleza frágil condenada a perecer, ni ignorar el compromiso que me obliga a alcanzar la gloria para la sociedad zansvrika.
Su aniquilación radical es la segunda de muchas fases por las que no descansaré hasta ver cumplidas.
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Aris | Libro 11
VampirgeschichtenÉl es macabro, sádico, y perverso. Joven primogénito del rey de los vampiros, pero sin un trono al que ascender. Aún entre las cenizas, él encuentra corona. Con el desafío de definir su propia filosofía, la descubre entre los placeres de la más dura...