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DAMARA LEÓN

Tengo la voluntad, pero no la concentración. En definitiva, no fue de mí que Aris heredó la aplicación para los estudios. Ahora mismo uso de reposabrazos el libro que se supone debí terminar de leer hace dos días. Mi atención está sobre la laguna en la que Lezanger juega con Gabriel. Sus risas y gritos llegan hasta aquí con claridad pues he abierto las ventanas del salón justamente para escucharlos. Son mi mejor música de fondo, me despeja para no atormentarme con la posibilidad de que Adrián esté muerto.

Me aferro a los presentimientos de mi corazón. Cuando apareció el cuerpo de Talynha, de alguna manera supe que Aris era el responsable. Así mismo, la esperanza positiva que siento esta vez de él, es lo único que me ayuda a no volverme loca. Encendí la vela en cuyo interior Daniel y yo derramamos nuestra sangre. Ardió hasta extinguirse. Me mantengo cerca del teléfono, esperando una llamada que nunca llega, de él, de Aevë, o de Diego, quién me encargó a mis sobrinos para poder ir a buscarlo. Es la misma misión que tiene mi esposo. Su más reciente prioridad era Leun Corel, pero ante la noticia de que Aris estaba mal, lo convencí de enfocarse nuevamente en su búsqueda.

—¿Se puede?

Respiro el efluvio de Sestnev mezclado con el de un postre que ha traído para mí, un manjar hecho a partir de mangos verdes, cuyo sabor es ácido y dulce.

—Qué rico —comento al ver el tamaño de la copa, es difícil que pueda emocionarme en este estado de preocupación.

—¿Están peleando? —pregunta viendo hacia afuera.

—No, mira— la halo hacia mí —Compiten por la tabla de allá.

El juego de los chicos es simple, ambos se lanzan desde el muelle y nadan hasta una plancha de madera que ha estado flotando a varios metros de la orilla. El primero que se monte trata de evitar que el otro se suba. En este momento mi hijo y su primo forcejean entre golpes y patadas para reclamar lugar.

Gabriel se alza de pie cantando victoria, pero Moisés zarandea la tabla hasta tumbarlo.

—Ya comienza a hacer frío —apunta Sestnev.

—Tienes razón, ¿Los sacarías del agua?

—En seguida.

Me deja y yo devoro sin muchos ánimos el dulce, mientras reviso mis apuntes de hoy. Daniel aceptó concederme funciones de administración, siempre que me formara correctamente. Mi preparación está dirigida por tres polímatas antiguos, analistas de las raíces zansvrikas ajenos a la corte. Cada uno de ellos diseñó un esquema de estudios para mí, seleccionando los programas que mejor se adaptaran a la competencia que tendré junto al Zethee en un futuro. La primera evaluación de mis avances la harán dentro de un año. Me he estado dedicando a leer los textos solo para escribir a mi propio puño y letra los resúmenes del contenido en agendas propias, porque siento que de este modo aprendo mejor.

Aparto a un lado la copa vacía. Sestnev se las está tratando de ingeniar para convencer a los chicos de volver a tierra firme. Los observo, masticando un lápiz. Cuando por fin aceptan las toallas, empiezo a recoger porque Kham vendrá a secuestrarme.

Me gusta dejar listo el material que leeré al día siguiente, por eso repaso la planificación, viendo si debo revisar un archivo o un libro. Esta vez se trata de un álbum antiguo, súper grueso, conformado por páginas de pergamino escritas a mano, en zansvriko. Busco lo que corresponde, y aquí pasando las hojas, antes de llegar al próximo objeto de estudio me encuentro con una información inesperada: Biografías de otras zrasnys.

Las entradas no son extensas. Parece que a los viejos Zethees les gustaban más las aventuras que el matrimonio, y los que sí se casaron lo hicieron más de una vez. Por lo que veo la mayoría de estas mujeres murieron a edad temprana, algunas a manos de sus esposos, otras por enemigos de estos. Varias fueron transferidas, tal como Enevra amenazó que me pasaría a mí.

Aris  | Libro 11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora