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DAMARA LEÓN

Las semanas seguidas a nuestra fuga han sido drásticas. Aquella noche en que el resto de mi familia y yo nos separamos de Daniel, quedé con el corazón en un hilo. Él me prometió ponerse en contacto con nosotros en un plazo no mayor a veinticuatro horas, pero amaneció tres veces más antes de que nos avisara que estaba bien. Hasta ahora no tengo detalles de lo que pasa, ni sé si sobreviven aquellas parejas que fingen ser Zethee y zrasny. La única vez en que mi esposo ha llamado por teléfono desde entonces fue para darme fe de vida, pedirme paciencia, y asegurarse de que aquí estuviéramos a salvo. Me hizo prometerle que esperaría hasta que él mismo pudiera venir a explicármelo todo. Que, por lo pronto, mientras menos supiera sería mejor. Debo reconocer que lo más difícil ha sido lidiar con mis ganas de tenerlo en mi cama, supongo que es la parte que también a él debe torturarlo más.

Sestnev y la pequeña Anneiméd están lejos, igual que Athir y Charlie, esto para encubrir cualquier posible rumor sobre las características de los acompañantes que usualmente me siguen, algo en lo que beneficia también que mis sobrinos permanezcan a mi lado.

Por precaución también viajamos tomando caminos distintos. Moisés y yo viajamos solos a Colombia, tomamos el avión en Bogotá. Arcángel y Gabriel salieron desde Caracas, capital de Venezuela, nos encontramos al arribar a este, nuestro destino común. El resto se dispersó volando desde Brasil.

Estamos en una casa corriente en Los Ángeles. A Diego se le ocurrió que si yo necesitara esconderme de Daniel, el corazón de una ciudad agitada sería ideal porque lo primero que haría el Zethee sería buscarme en zonas remotas. Así que esta vivienda queda aledaña a centro comerciales y barrios residenciales tan poblados que definitivamente no corresponden al lugar que elegiría un vampiro.

Arcangel se siente en el séptimo cielo porque conoce California como la palma de su mano. He estado tratando de mantener a raya sus cacerías porque no quiero que deje una cagada de esas que solía mandarme yo. Me ayuda mucho el que él, si bien no tiene un rechazo radical hacia la muerte de las presas, tampoco tenga apuro por empezar a ejecutarlas. Es de hecho el único aspecto de la vida zansvrika con la que aún no se identifica. Le encanta la sangre, sí, pero me deja toda la responsabilidad para obtenerla, y yo lo hago del único modo posible... con una pequeña variación, practicando algo nuevo que incluso podría sorprender al Zethee.

Creo que Daniel se enorgullecerá cuando sepa cómo estoy llevando todo, aunque se lo debe imaginar. Sin esclavas, sin ningún tipo de personal de servicio, cuido yo sola de los tres menores a mi cargo. Por las noches, una vez que Gabriel y Lezanger se duermen, salgo a recargar las botellas. No diría que de día lucimos cual familia normal con exactitud, yo no represento la madurez de una madre, y no tengo idea de las teorías sobre nosotros que puedan tener los vecinos. Sin embargo, pienso que lo llevamos bien. Al principio me sentía paranoica con todos esos temores de persecución, ahora mi mayor preocupación es que Arcángel se reproduzca. Tiene un excelente control sobre sus instintos, gracias a ese ligero grado de inocencia que todavía no pierde, pero no apostaría lo mismo de sus necesidades sexuales. Diariamente procuró citas, y regresó a casa con olores ajenos a su efluvio. Olores distintos uno de otro que se superponen entre sí. O eso estuvo ocurriendo todo el mes pasado, me sorprende que su piel últimamente conserve un solo perfume humano al que ya me he empezado a acostumbrar.

Con todo, no hubiera esperado algo como lo que me soltó hace ya varias noches.

—¿Entonces puedo traer a Emma para que cene con nosotros?

Su pregunta me dejó fría, la seriedad de su gesto convirtió la propuesta en una petición formal para la que no estaba preparada.

—Así que esa chica es tu novia— suspiré, ganando tiempo. Un par de asquerosos segundos que ni siquiera supe de qué me podían servir.

Aris  | Libro 11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora