ADRIÁN LEÓN
Cruzado de brazos, escucho con serenidad las quejas y reclamos de mi prima. Ya superó los efectos del compuesto extraño que se metió, pero no está de acuerdo con casi nada de lo que acabo de decirle.
—Esto es lo que va a pasar, Aevë. Cuando Diego venga, te adaptarás a sus decisiones. Muy seguramente querrá estar cerca de ti, así que le daremos la facilidad de elegir la ciudad que a él le parezca mejor para tu estadía durante los próximos cuatro años.
—¡Ese no es el problema!, ¡También quiero estar con él, pero dijiste que estaríamos juntos en esto!
—Y así será, pero no del modo en que lo imaginaste.
—No estoy loca —aprieta los dientes —Dijiste que irías conmigo porque tú también necesitabas meterte entre los cazadores.
—El plan es fácil: tú destacaras durante toda tu formación, y yo me dedicaré a lo mío en otro campus. Cada uno se hará camino, eso volverá más sólida la ilusión de que no hay conexión entre nosotros. Podremos escalar en áreas distintas, y por tanto conseguir más probabilidades de llegar a dominar ámbitos diferentes. Si forjamos renombre, trabajaremos juntos durante el máster como pasantes en alguna de las sedes que estamos buscando.
—¡¿Y mientras tanto qué?!, ¿Qué hay de lo nuestro? Creí que iríamos a la misma facultad y....
—¿Tendríamos una relación juvenil, a la par de la vida universitaria corriente?
La desilusión se le nota.
—Esto no es como tus días escolares, Aevë Kishá, olvídalo. No irás a la universidad a vivir la juventud, ni a presumir novio, mucho menos a perder el tiempo. Irás a interpretar un papel, el cual es el de una estudiante con calificaciones de la más alta distinción, digna de ser reclutada por los malnacidos que piensan que la neoemia es una enfermedad y tratan de darle una cura— envuelvo sus pómulos con caricias —El de una mujer muy astuta que seducirá al líder de los cazadores. Prometiste que me lo darías de regalo. Esta parte del proyecto debe quedar entre nosotros.
—No quiero que nos separemos.
—Es temporal e imprescindible, y no quiere decir que no vayamos a vernos hasta la graduación.
—¡¿ESO PENSABAS?!—me empuja a dos manos.
—¡Hey! Eres mi chica, siempre volveré por ti.
Se queda quieta, pero tampoco acorta distancia. Doy el par de pasos que se requieren para que mis dedos vuelvan a estar cerca de su piel, le toco el cuello, subiendo hasta la base de su oreja mientras pego mi boca a su pabellón, mordiéndola suavemente. En seguida trata de desenganchar la correa de mi pantalón con una mano, con la otra me aprieta por encima. El movimiento intensifica una punzada dolorosa que ya empezaba a despertar en mi testículo.
—Tal vez más tarde— la detengo.
—¿Por mi papá?—chasquea con rabia —¡¿Así será ahora?!
—Lo respetaremos cada vez que esté cerca. Además, mi herida no cierra aún.
—¿Qué te hizo? —remueve su muñeca queriendo zafarse, con claras intenciones de bajarme la cremallera a como de lugar.
—No estoy castrado del todo.
—¡¿Qué te hizo?!, ¡LE ADVERTÍ QUE NO TE TOCARA!
Se me suelta, queriendo salir. Enseguida la sujeto más duro.
—No harás reclamos al respecto.
—Quiero verte —parece que llorará.
—Cuando cicatrice.
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Aris | Libro 11
VampireÉl es macabro, sádico, y perverso. Joven primogénito del rey de los vampiros, pero sin un trono al que ascender. Aún entre las cenizas, él encuentra corona. Con el desafío de definir su propia filosofía, la descubre entre los placeres de la más dura...