Adrián León
Es precipitado, pero Daniel me obliga con sus imprudencias. No dejo de pensar en esa última decisión aun cuando todos crean que estoy entretenido con los hombres que se matan frente a nosotros. El dueño del luchador que está a punto de morir grita decepcionado, pero el que se llevará la plata anima jocoso al suyo. Los perros que no se interesan en la pelea ríen rodeando a las mujeres que se masturban con cualquier cosa que ellos les lancen, también tratan de adivinar qué tanto les cabe dentro. No es el único espectáculo sexual, hay orgías en toda la cueva, los presentes son libres de hacer lo que les viene en gana.
Esta es la clase de fiestas que incomodan a Mary Angelle. Las primeras veces se encerraba a llorar, no me hablaba por un par de días. Ahora solo se aparta, y me interroga al amanecer acerca de lo que hice durante toda la noche, siempre nerviosa, con miedo de su propia tortura emocional por saber con cuántas follé. Siente celos del acto equivocado.
Me muestro relajado pese al dolor. He contenido bien el olor de la sangre que pierdo, pero parece que de tanta, amenaza con ser más evidente. No quiero desplomarme en público. Siento que si no me muevo ahora, eso será lo que pase.
Me levanto fingiendo vergüenza ajena por el espectáculo que elegí ver, y me dedico a buscar a mi prima.
—¿Te irás antes de la verdadera diversión? —se me acerca Avilyk— Recién van a traer al sacrificio de hoy.
Con suerte yo tendré uno de propósito más útil, lo necesito.
—¿Has visto a Aevë?
Frustra una sonrisa que convierte rápidamente en una mueca áspera.
—Creo que está por los almacenes —contesta por obligación— ¿Te acompaño?
La ausencia de mi respuesta es suficiente para que no me siga. El bullicio queda atrás cuando me deslizo por los túneles irregulares que atraviesan la montaña. Avilyk me ha informado bien, encuentro a Mary Ann vistiendo la túnica roja que le pedí ponerse.
La baña la luz de luna que entra por un agujero en lo alto, a mitad de las entrañas de este búnker natural. Es dueña de una belleza con la que yo sé que conseguirá objetivos importantes. Se parece mucho a Elizabeth, renacida con otro color, aporte de mi tío, igual que la oscuridad que a veces se le mueve a Aevë en las pupilas y que yo quiero que desarrolle. En este momento, sin embargo, en sus ojos también encuentro otra cosa, algo que no me gusta.
—Aevë Kishá.
Pestañea, perdida en la nada. Maquilló sus párpados de negro, cenizas de cosmético le manchan para mal la parte más alta de los pómulos. Acabo de acercarme. Solo cuando le acaricio el borde de la boca, me dedica una parte de su atención.
—¿Qué consumiste?
No me responde no porque no quiera, creo que no puede. Quizá ni haya entendido mi pregunta. Los que alguna vez fueron uncrolar mantienen aquí reservas de sustancias a las que son adictos. Mezclas potentes de savias naturales con estimulantes sintéticos que aprendieron a preparar en el unferno urris. A lo único que yo me he permitido acostumbrarme es a sus habanos, me gusta el efecto que provocan, cierto placer para el sistema nervioso, distinto al cerebral que nos da la sangre. Pero con todo lo demás, ni yo me atrevería.
Desanudo su túnica. La fuerza con que deshago el amarre hace que el cuerpo de mi prima se mueva bruscamente, ni eso la hace despabilar. La reviso, oliéndola bien para asegurarme de que nadie la haya abusado, si es que lleva mucho así. Su aliento delata una bebida destilada que reconozco, algunos vampiros del zahojhár exhalan ese efluvio de sus pieles por tanto que la toman. Siento rabia y decepción, pero no sirve reprocharle en este estado. Le sujeto la cara con cinco de mis dedos, su cuello se amolda dócil al resto de mi mano cuando clava sus ojos en mí. La mansedumbre instintiva de su reacción a mi toque me da ganas de lastimarla. El rojo intenso que la viste aviva más ese deseo.

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Aris | Libro 11
VampirosÉl es macabro, sádico, y perverso. Joven primogénito del rey de los vampiros, pero sin un trono al que ascender. Aún entre las cenizas, él encuentra corona. Con el desafío de definir su propia filosofía, la descubre entre los placeres de la más dura...