M. Angelle Voohkert
Lo he extrañado por tanto tiempo, tan arrepentida del último trato que le di, que antes de decir las palabras preparadas me lanzo a abrazarlo. Los escasos y a la vez tan eternos segundos en los que él no me corresponde me duelen a matar, pero cuando por fin sus manos me envuelven, todo empieza a encajar como debe ser.
—¿El vampiro que está en la otra calle viene contigo? —pregunta.
Asiento. Aparto mi cabeza de su hombro mientras él acaricia mis brazos. Sus ojos se mueven por cada centímetro de mi cara, como si buscara en mí algo que ya no existe.
—¿En dónde está Aris?
Retrocedo ante su tono rígido. Recuerdo que mi primo me advirtió de una posible predisposición en su contra.
—¿Todavía me amas?
—Eres mi hija, por supuesto que te amo, me preocupo por ti.
Mira a nuestro alrededor hacia los enrejados de los vecinos. Me toma de la mano caminando hacia el interior de su apartamento, y cierra la puerta. Los bastardos me miran ojipláticos.
—¿En dónde está Adrián, Mary Angelle?
No me gusta nada la forma en que lo pregunta.
—Aquí no. Y si sigo significando algo para ti, tendrás que bajar la guardia con él. Tengo un dérvalo que puede llevarme a dónde nunca más volverás a verme, lo usaré si intentas cualquier cosa, bien sea hoy, o en cualquier futuro en que te atrevas a ponerle un dedo encima.
Sus pupilas siguen la cadena de mi guardapelo.
—No es un collar —le aclaro— No lo encontrarás, ni podrás quitármelo antes de que yo desaparezca.
—¿Qué es un dérvalo? —pregunta el bastardo mayor.
—Vayan a sus recámaras.
—Pero papá...
—Hagan lo que les digo —manda sereno, pero con autoridad incuestionable.
—Bien, creo que escucharé de todos modos —refuta obedeciendo.
No le doy la cara a ninguno de los dos cuando pasan por mi lado. Guardo mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón, apoyándome en una pared. Ambos intrusos entran a una misma pieza, donde un televisor no tarda en ser encendido.
—¿Cuándo te convertiste?
—Poco después de dejarlos —confieso sin levantar la vista.
Pero entro en alerta cuando se acerca a mí. Yo estoy más tensa que él, quién demuestra tranquilidad quizá para que yo no cumpla con mi amenaza. Pone tres dedos al borde de mi rostro, haciéndome girar suavemente.
—¿Qué es lo que buscas?
—Algún rastro de mi niña dulce —aparta sus yemas—Creo que desapareció.
—¿Quién soy ahora entonces?
Niega con un gesto serio, hundiendo los hombros.
—Tú dime —se sienta en el sofá.
—¿Qué significa eso? —señalo hacia el final del pasillo —¿Por qué vives con esos bastardos?
—No quiero que esa palabra vuelva a salir de tu boca —advierte con voz firme —Son parte de la familia que tienes, Aevë, la única.
Exhalo con frustración. No puedo creer lo que escucho. Diego arruga su frente.
—¿Me puedes decir en qué demonios estás pensando? —sus dientes apretados revelan la actitud que realmente le gustaría mostrar —Aris hará que te maten.

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Aris | Libro 11
VampireÉl es macabro, sádico, y perverso. Joven primogénito del rey de los vampiros, pero sin un trono al que ascender. Aún entre las cenizas, él encuentra corona. Con el desafío de definir su propia filosofía, la descubre entre los placeres de la más dura...