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Adrián León

He estado abusando de mi suerte, por eso fallo en las cosas más pequeñas. Conquisté a la vida asesinando a los viejos de la corte, también vencí al rescatar a Elizabeth, pero salí herido en mi enfrentamiento con Denej, y parece que no puedo ni descansar para recuperarme.

El organismo zansvriko sigue siendo débil en algunos aspectos, no deberíamos necesitar reposo. Quizá cuando todas las generaciones honren a la naturaleza, esta nos devuelva las gracias perfeccionando nuestra condición a por completo incansable, invencible. Se me está haciendo cada vez más urgente ofrecer nuevos sacrificios, cumplir con los ritos para renovar así mis fuerzas y mi fortuna. Un favor por otro. Mis luces tienen que volver a mejorar para encontrar éxito absoluto en todo lo que emprendo.

Siento a Aevë deslizarse hacia esta dirección.

—Traté de echarlos— dice con cara dramática.

—No hay problema. Iré con ellos para ver qué tienen. Mi cacería sagrada no puede pasar de esta noche, voy a tener que resolver aquí.

Agarro una túnica negra que me tiro abierta encima de la ropa que apenas me pongo. Me siento mal. La túnica me gusta, pero hoy también me ayudará a cubrir el corte en mi estómago. Lo que uso para ocultar el olor de mi piel, neutraliza también el de la sangre. Todavía estoy pensando las posibles justificaciones que le darán a la desaparición de Denej, asumo que Tiechces asumirá el relevo.

—Armaron una fiesta— sigue mi prima —Avilyk llegó en cuánto olió a los hombres.

Mary Angelle es celosa. Sus motivos son absurdos. No tengo intereses románticos con nadie, ni siquiera con ella. No me molesta darle ese tipo de amor porque la necesito inspirada a hacer las cosas a mi modo, pero es la única a quién se lo demuestro y eso debería contar.

—¿Y qué con eso?

Le levanto el mentón en una suave caricia mientras en su boca meto mi lengua de forma dulce. Avilyk es una chica joven y extrovertida que mantengo viva por la razón simple de que no me importa para nada. Es un gasto extra del que no me he deshecho en caso de que necesite a alguien similar. Es bonita, bastante zorra, se me ofrece a diario, Aevë lo ha visto. Todavía no sé si estos celos perjudiquen o beneficien la relación que necesito que se consolide entre nosotros.

—¿Me ayudas buscando un buen sacrificio aquí?— pido.

Me sonríe antes de asentir dos veces. De a poco, Aevë ha ido ganando seguridad en cuánto a los asesinatos, dejando atrás la culpa innecesaria. A veces recae, y sigue sufriendo a la hora de verme trabajar en las presas, pero se muestra más dispuesta para hacer las elecciones.

Mi prima me despierta un morbo que disfruto mucho, es la razón por la que no finjo con ella en el sexo. Me da satisfacción ensuciarla, es un placer que en reiteradas oportunidades cruzó la línea que dividía mis tentaciones de matarla o no. Pero conforme Talynha tuvo un propósito, a Aevë también le di uno. Sostener un secuestro emocional es tan vital como beber sangre, los lazos afectivos pesan para obtener la lealtad de aquellos en quiénes se apuesta tanto. Aevë no cree de forma genuina en la filosofía que yo concebí, es una chica caprichosa, y voluble. Si le doy tantas responsabilidades sobre el futuro con el que sueño, pero no le pongo riendas para controlarla, más me vale ni siquiera empezar porque lo perderé todo. Aparte de eso, será una mujer letal, la necesito fiel para que sea capaz de entregarme hasta su propia muerte si fuera necesario.

—Ponte la túnica roja— ordeno —Quiero verte con ella esta noche.

Vuelvo a besarla y salgo por el túnel hacia el bullicio que me rodea. Siempre que los perros regresan al zahojhár lo hacen felices, son como niños jugando fútbol, solo que el balón suelen ser las cabezas de aquellos a los que decapitan.

Entiendo la posición de Daniel al no darles la libertad de hacer lo que les diera la gana, pero qué fácil hubiera sido complacer y retener a los perros bajo su servicio. Yo no les ofrecí nada más, y me aceptaron bajo la perspectiva de que no podrían ser declarados criminales si sólo asesinaban cazadores sin escándalos públicos. Claro, el que yo fuera el zralj también fue un factor influyente.

—¿Qué clase de fiesta no tiene música?— me quejo al unirme.

A los esclavos arisanos les costó aprender un pobre repertorio de melodías zansvrikas, es estúpido que ahora no toquen.

—¡Tú!— señalo a una mujer.

Ha levantado su cara para verme solo durante el instante en que le hablé, en seguida volvió a agachar la nuca y ahora camina apurada hacia los instrumentos. Sabe lo que le pasará si no me complace rápido.

Korvohers observa la escena con una sonrisa idiota, conserva un habano entre los dientes mientras se dirige a mí.

—¿Cuál crees que es la profesión más común que eligen las ratas para fingir una maldita vida normal?

—Pensé que la mayoría se dedicaba a la ciencia.

Se ríe y escupe. Me da la espalda para dar tres zancadas hasta un maletín. Saca de ahí una cabeza sin lengua ni ojos. El líder de los perros mete un dedo en cada orificio, moviéndolos como si fuera un títere.

—Vengo de despellejar cincuenta más como este muñeco, era policía igual que los otros.

—¿En un mismo sector?

—Se las arreglan para estar en donde sea. Tienes cien manos nuevas en el saco hoy.

Le pedí pruebas de las ejecuciones, por lo general me trae partes cercenadas. Convienen las temperaturas montañosas, hacen que la sangre seca se congele. Sin embargo, lo que me cuenta es mucho más interesante.

—¿Puedes escribir un reporte de las ciudades específicas y otros patrones?

Se vuelve a reír.

—No soy un puto soldado zansvriko. Manda a una de tus bastardas a mi cama y quizás le cuente todo mientras me la follo. Si tiene buena memoria, puede que cuando amanezca ella te diga lo que haya retenido.

—Bien ¿Tienes algo más?

—Diez vaginas vivas.

—Excelente.

Las trae cuando está de humor, sobreviven un par de días más porque no son cazadoras, sino familiares en cualquier vínculo. Al principio no fue una idea que en general le agradara a los perros, es molesto cargar con trastes y ellos no están acostumbrados, pero descubrieron diversión en el destino que estas reciben. Yo no les tengo piedad porque sé exactamente lo que la escoria humana hace con nosotros. Siendo honesto, me gozo hasta el éxtasis su rico sufrimiento.

—Vamos a verlas— invito.

Aris  | Libro 11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora