Capítulo 31

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Jaffner

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Jaffner

La impotencia nubla mi campo de visión y hiervo casi logrando que mi sangre se evapore. Tengo el alma rota, la llevo en mis manos y parte de ella ha quedado a su lado.

Rompo el aire mientras camino, clavo mis pies en el suelo y a trotes busco salir de una vez de su casa, de su mundo, de su vida.

Creí en ella, me enceguecí con cada palabra, cada beso, cada caricia que su cuerpo pudo darme. Entibié mi alma para enviarla a la horca.

Soy un arma cargada con mil balas que quiere disparar directo a ella, pero prefiere explotar y joderse a mí mismo antes de hacerle daño. Es una jodida mierda querer calcinar mi propio cuerpo y preferirlo antes que ella pueda salir lastimada.

Desde la cúspide observaba el mundo y todo brillaba a mí alrededor. La sucia realidad llegó como un vendaval. Sucia realidad que nunca fui capaz de ver, estaba yendo de espaldas hacia un precipicio. Y he caído, tan hondo como es posible. 

Sabía que mostrar mi verdadera personalidad no era una buena idea. Lo sabía desde el jodido segundo en que abrí mi boca en ese bar y tomé su mano. Lo sabía desde que fui consciente que había abierto mi cuerpo y mi alma al ser que pudo aniquilar toda la confianza que podía tenerle. Me dormí y un sueño del que no quería despertar, me acobijó de tal manera que mientras mis ojos estaban cerrados veía paz encarnada en sus ojos. Veía su mejor versión mientras lo peor que había en ella acechaba en la oscuridad esperando paciente.

Mi otra versión, el otro Jaffner nunca sufrió de esta forma. El otro Jaffner era fuerte, nada le importaba. Nadie le importaba.

El otro Jaffner no era feliz.

Puedo ver por el espejo retrovisor como estoy quebrándome a cada inspiración, como a cada segundo una parte de mí se destroza. Grito internamente esperando que algún tipo de fortaleza me envuelva.

Uno.

Dos.

Tres segundos y nada llega. Sigo siendo el mismo inútil que era hace unos segundos atrás.

Todo es tú culpa.

Es lo único que puede escuchar mi mente y que se repite sin cesar. Está torturándome.

Necesito cambiar antes de que sea tarde y pierda todo lo poco que me queda. Debo ser el mismo que alguna vez fui. Debo...

No puedo.

Mi alma apega a esta versión de mierda que veo por el espejo retrovisor en pedazos. Como si hubiese algo más que quedara sano en mí, aunque lo dudo mucho a estas instancias.

Detengo el vehículo en el primer lugar libre que encuentro y toda mi ira contenida se disipa. La salinidad que escurre a borbotones de mis mejillas es el liberador que necesitaba. Toda la mierda encapsulada se drena y no logro sentirme mejor sino que la sensación se asemeja al adormecimiento de todas las compunciones.

Change This HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora