Abatida por las decisiones de su madre y las consecuencias que dejó el divorcio de sus padres, Arley Bunne vuelve a su ciudad natal sin expectativas de nada.
Había abandonado esa ciudad hace dos años y no esperaba volver tan pronto. Su objetivo era...
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Mediados de Enero.
—Para que no haya confusiones.
Neville nos entrega los vasos de café tras marcarlos con el rotulador y no podemos evitar reírnos al respecto.
—Bien pensado, porque si llegaba a tomarme el café de Jaffner otra vez, esta vez seré yo la que escupa todo y teniendo en cuenta que tú —esta vez el dedo acusador de Arley cae en mí—, eres la única persona que tengo frente a mí, quedarías bañado de café de pies a cabezas.
Tanto Ellie como Neville destronan y por mi parte solo puedo gesticular mi fastidio exagerado batiendo los ojos al cielo.
—Vale, me lo merezco. Lo sé.
—Claro que lo mereces. Que hoy seas mi novio no quita que eras un idiota cuando te conocí.
—Aún sigue siéndolo si preguntas —repone Neville.
—Gracias por la ayuda, amigo.
—Cuando quieras.
—Sí, un gran idiota —su mano despeina la copa de mis rizos y sonríe con los labios fijos en su vaso.
Sus ojos son tan cautivantes que me tiene loquito sin siquiera esforzarse.
—Un idiota que te cautivó —aprovecho el momento íntimo y que Neville ya comienza a atender a un par de chicos en el mostrador.
—Claro, claro. Haciendo todo mal.
—Funcionó contigo. Tienes que darme el crédito por eso. Además ¿no has oído hablar respecto a que las malas decisiones hacen las mejores historias?
—Entonces esta tiene que ser una historia épica.
—La mejor del mundo.
Mi mano atrapa la suya en el camino y caminamos directo a una mesa.
—Jaffner —hace una pausa y observa la ventana unos segundos—. Fuera de todo chiste, tenemos que hablar.
—Sí, lo sé. Te lo dije antes.
—De que me dejaras como un queso.
— ¿Qué?
—Por los agujeros, Jaffner. Nunca creí que tuviera que explicar un chiste con doble sentido.
Ella queda bordó y yo llego al borde de escupir mi café por la risa.
Jaffner, otra vez no. Enfrente de la chica que nos gusta no.
—Sí que estás ingeniosa hoy.
—Siempre.
— ¿Sabes? Extrañaba estar así contigo. Extrañaba la versión de mí cuando estoy contigo.
Algo en mis palabras la hacen movilizarse porque un brillo peculiar detona en su iris.
