༻𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐𝒔༺

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Hoy era el festival de la cosecha. Los líderes de cada clan me invitaron a la celebración para venerarme, dedicando oraciones, cánticos y peticiones a favor del pueblo.

He sido adorado y temido como una deidad suprema durante un milenio, he protegido, pero también destruido decenas de ciudades a voluntad.

Represento todos los pecados terrenales mientras estos lleven a la gratificación física, sexual y emocional.

Aniquilé cientos de soldados y hechiceros, entre ellos los cinco falsos generales y la unidad élite sol, luna y estrellas.

La pacífica Capital de Kyoto no es más que un recuerdo de antaño.

El bosque estaba demasiado silencioso. Una niebla pesada y sobrenatural nos envolvió, observando, esperando. Las nubes bloquearon cualquier luz que el Sol intentara proyectar.

Diez hermosas doncellas ofrendadas a mi harem danzaban al ritmo del arpa y las flautas en medio de una multitud.

De repente, una joven de cabellera negra corrió hasta mí e intentó abrazarme, no obstante, Uraume la derribó antes de conseguirlo.

—¿Eres tú el que no quiere que me acerque?— cuestionó —. A partir de hoy, seré yo quien esté en tu lugar. Ya que yo jamás dejaría que él se viera tan solitario...

No vacilé. No pensé. Sin cruzar una sola palabra, corté su pecho profundamente para luego verla desangrarse.

—Lo sabía, qué corte tan triste— susurró en su último aliento.

Salté del altar, el movimiento de algunas hojas y el chasquido de unas ramitas advertía que no nos encontrábamos solos. Uraume imitó mi movimiento y esperamos un poco más.

Los señores feudales se arrodillaron ante mí y presentaron sus ofrendas aterrados.

—Rey de las maldiciones— intervino una presencia de energía maldita —. Hay noticias.

—Habla- exigí.

Aquel charco de oscuridad y pestilencia pronto se materializó en un ser humanoide.

—Los vigilantes junto a un grupo considerable de ángeles fueron expulsados del paraíso.

—¿Cuántos?

—Un tercio. Entre ellos, Semyazza.

Ese bastardo.

—¿Por qué?

—Dicen que se rebelaron contra Dios enseñando los secretos del universo a los hombres.

—¿Qué pasó con ellos?

—Algunos fueron encadenados y arrojados a un abismo de rocas en el desierto, lo que les trajo oscuridad, mientras que otros fueron convertidos en maldiciones y lanzados al mar o a las partes inhóspitas del planeta.

—Kyteler, descubre el pecado mortal de Semyazza y dónde se encuentra ahora— ordené a secas. Al instante, la bruja hizo una reverencia, abrió un portal en el espejo y desapareció.

Sonreí de satisfacción, Semyazza había perdido la gracia del Creador y próximamente pagaría por todo el mal que nos provocó.

Abandoné la ceremonia, cuando me disponía a ingresar al Palacio, una solemne presencia me alertó. Era semejante a aquel desterrado divino.