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Después del asesinato de Doyle, mi relación con el príncipe Oleg se fracturó

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Después del asesinato de Doyle, mi relación con el príncipe Oleg se fracturó. No podía confiar en un hombre que abusaba de su poder y masacraba inocentes a capricho. Rechacé todas sus invitaciones a paseos, almuerzos y reuniones durante un mes.

Verlo me generaba disgusto y desprecio. Al amanecer, dos criadas ingresaron a mi habitación con el desayuno y una invitación en mano.

—La agenda de hoy es la siguiente: lenguas extranjeras a primera hora, clases de música y danza a segunda hora; aprenderá a bailar para entretener al futuro rey— Puse los ojos en blanco con irritación —. Historia de Kyivan Rus a la tercera hora y por último, un almuerzo con el príncipe Oleg y su familia.

Jamás tuve el más mínimo interés por relacionarme con él o con la nobleza, de mi parte elegiría el encarcelamiento en la Torre Mágica Imperial a contraer matrimonio con él.

Mientras terminaba de desayunar las intérpretes preparaban la lección de francés, sin embargo, el repentino canto del ruiseñor fuera de mi ventana me distrajo e inevitablemente dirigí mi atención al bosque. Una luz brillante atravesaba la arboleda y el reflejo de los rayos en el agua se proyectaba como un espejo en cada hoja.

Era impresionante. Jamás vi algo parecido.

—Aisha, portami la camomilla— le ordené en un perfecto italiano —. Lena, du-te la bibliotecă și adu-mi o carte.

Las dos criadas se retiraron y aproveché para salir de la habitación. Necesitaba aire fresco y privacidad. Permanecer rodeada de sirvientes todo el tiempo era agotador, desde mi llegada no he tenido un solo momento a solas.

Ingresé al establo y naturalmente tomé las riendas del caballo. Ningún soldado o guardia se atrevió a cuestionarme.

Crucé la colina principal bajo el ardiente sol, llegué hasta el lago que dividía dos montañas gigantescas y até al caballo junto al muelle. Las aguas eran mansas y cristalinas, podía ver algunos peces nadando entre las rocas y la vegetación. Sin dudarlo, tomé un bote y comencé a remar.

La delicada corriente y la fresca brisa sobre mi cara eran como un bálsamo reconfortante para mi alma y el dulce aroma de las flores inundó mis fosas nasales, por inercia cerré los ojos, dejándome llevar de aquella sensación renovadora.

De repente, aquella benignidad fue eclipsada por penumbras, el lago turbulento amenazaba con volcarme del bote. Abrí los ojos de golpe llevándome la sorpresa de encontrarme cara a cara con el Rey de las maldiciones.

—¿Tú de nuevo?— le cuestioné apacible. Él desvió la mirada al cielo y profirió un leve suspiro.

—¿Cuántos años tienes?— preguntó indescifrable.

—Veinte años, recién cumplidos— respondí, confundida. Por su tono de voz y su aura intuía que no venía a discutir, sino a hablar.

—Tan joven... apenas una niña— respondió manteniendo un semblante ilegible.

༻𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐𝒔༺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora