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╰⊱ Narra Sukuna ⊱╮

Era medianoche. Ingresé a mis aposentos para descansar y poco antes de cerrar la puerta, alguien gritó mi nombre. Pensé que se trataría de Jena y sus reclamos, no obstante, era su prima Aine. Una exótica pelirroja, de labios carnosos y escote exuberante.
Aquella mujer entró con una sonrisa seductora mientras me recorría de arriba a abajo con la mirada, dejando escapar un suspiro.

—¿Qué haces aquí, Aine?— pregunté curioso.

—Su majestad, no deseo sonar atrevida, pero ¿le importaría si lo acompaño esta noche?

—Depende, ¿qué tienes ahí para entretenerme?— respondí con una sonrisa lasciva, ofreciéndole la mano para que se acercara.

Con sensualidad la tomó, acortando la distancia entre nuestros cuerpos y en un grácil movimiento se desnudó. Era definitivamente apetecible; con dos grandes y blancos senos, caderas anchas y un trasero firme. Pero aun así no despertaba mi interés en absoluto.

—No eres mi tipo— solté con desdén, apartándola de mí —. Vete.

De repente, aquella desinhibida mujer se abalanzó sobre mí. Sus grandes pechos presionaban mi abdomen y podía percibir el calor de su cuerpo.

—¿Por qué no acepta mi compañía?— masculló deslizando sus manos sobre mi erección.

—No tengo tiempo para juegos de seducción barata— respondí, apartándola nuevamente y alejándome de ella —. Ve a buscar entretenimiento en otro lugar.

La insistente mujer volvió a rodearme con sus brazos, esta vez por la cadera.

—Por favor, su majestad... permítame complacerlo— rogó agitada. Sus pechos tamborileaban repetidas veces contra mi hombría despertando mi interés.

—¿En serio lo quieres?— tiré de su cabello para verla a detalle. Su rostro era hermoso, de facciones casi tan esculpidas como las de Ihshan Gazhali, o la propia Jena.

—Por supuesto, su majestad. Estoy aquí para complacerle en todo lo que desee— respondió Aine, dedicándome una mirada necesitada. La tomé del cuello presionando ligeramente su tráquea.

—Por esto rogabas, puta... he visto como te ofreces a los demás nobles. ¿Ahora quieres montar al caballo ganador?— la acerqué bruscamente para friccionar mis miembros contra su vientre.

—Sí, lo deseo. Quiero sentirlo dentro de mí y ser tu juguete— jadeó con un tono de sumisión.

—Eres solo una más, Aine. Que quede claro— sentencié malicioso.

Acto seguido, la tomé del cabello y en un rápido movimiento la posicioné sobre un escritorio, la fría madera del mueble presionaba sus enormes senos y tenía una excelente vista de su trasero. Le propiné una fuerte nalgada imaginando que aquella piel pálida y ese sedoso cabello entre mis dedos pertenecían a Jena.

Aine gimió de placer mientras sentía el grotesco impacto en su trasero.

—Eres solo una puta y esto es lo único que te mereces— sentencié volviendo a nalguearla. La mujer soltó otro quejido agudo, en su rostro veía reflejado todo el dolor y el placer, que le provocaba.

༻𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐𝒔༺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora