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Distrito municipal de Roma, Italia.

En el Coliseo Romano se llevaba a cabo un torneo, cientos de humanos bebían y apostaban a costa de las maldiciones, se regocijaban de felicidad al presenciar cómo aquellas aberraciones eran obligadas a luchar entre sí hasta la muerte, todos bajo la estricta vigilancia de los hechiceros más poderosos de la nación.

En los últimos años, gracias al Clan Gojo y al Clan Zennin habían conseguido esclavizar a todas las maldiciones del continente, eran utilizados para ejercer trabajos pesados como levantar rocas, tirar de carretas y servir de bufones para la corte real.

Veo con disgusto la escena en el Coliseo. Me siento frustrado al formar parte de la esclavitud y el mercadeo de las maldiciones.

—General, deje las distracciones y vea la función— ordenó el rey al percatarse que de que no observaba la batalla.

Dirijo mi vista hacia el rey, pero mi mente sigue pensando en cómo detener esta barbarie.

La maldición de grado especial interrumpía el suministro de oxígeno de su oponente mientras detonaba explosiones en su cuerpo. Mis pensamientos están divididos entre proteger a las maldiciones y cumplir con mi deber como general.

De repente, el vocero real se presentó ante nosotros para entregarnos noticias.

—Miles han huido a la seguridad del campo, los cuerpos se amontonan en las calles y las funerarias no dan abasto por lo que el hedor a carne podrida se cierne sobre la ciudad como una niebla pútrida. Y las ratas están por todas partes, esparciendo miseria y enfermedades en toda la ciudadela— informó reverenciando al rey, quien yacía sobre su elegante trono enfocado en el espectáculo.

—General, vaya a mis oficinas y atienda al mensajero. Luego me informa lo ocurrido— ordenó ignorando por completo al enviado para centrarse en la maldición que era torturada por su adversario.

Asiento y me dirijo a la oficina del rey, seguido por Kuznetsov, el mensajero de la corte.

—Hay informes, la sacerdotisa Jena Gazhali ha traicionado a la humanidad.

—Eso no puede ser verdad. Debemos investigar más a fondo y descubrir la verdad detrás de estas acusaciones. No podemos tomar decisiones precipitadas sin tener todos los hechos claros— la tristeza y la incertidumbre golpeaban en mi interior mientras procesaba la noticia—. Debemos encontrar a Jena Gazhali y averiguar la verdad detrás de esto— dije con determinación.

—Es legítimo, tiene la firma y el sello de la Realeza de Nóvgorod— explicó el mensajero, un tanto nervioso.

No podía creerlo, no iba a creerlo, sin embargo, debía actuar rápidamente para encontrarla y obtener respuestas.

—Prepararemos un equipo de búsqueda y rastreo. También debemos informar a su familia. No descansaré hasta encontrarla y aclarar esta situación. ¡Vamos!

—¿Deberíamos actuar ahora o esperar?— cuestionó confundido.

—Actuaremos de inmediato. Necesitamos localizar a Jena Gazhali. No podemos permitir que esto quede impune, es un delito muy grave del que se le acusa y tampoco permitiré las murmuraciones contra la Arzobispo— respondí mientras me preparaba para partir hacia la Isla de las brujas.

—Las escarabusas que envió a Kyivan Rus han sido atacadas por decenas de maldiciones. Si seguimos así, nos quedaremos indefensos.

—Retirada inmediata. Reúne a los hechiceros más poderosos y formularemos un plan para infiltrarnos en el Imperio Maldito—ordené con firmeza.

༻𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐𝒔༺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora